Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
484 MANUEL JESUS APARICIO VEGA ciudad de la Paz, los dolorosos estragos que ha causado en ella la mansión del sistema revolucionario, nunca podrán producir los ventajosos efectos a que aspiro, si los señores Curas, como delegados de Vuestra Ilustrísima no instruyen a sus feligreses en las estrechas obligaciones que les corre para con Dios, para conmigo mismo, para con el prójimo, para ·con el Rey y para con las legítimas autoridades que lo representan, poseídos de aquella santa unción, vigor, y constancia que deben caracterizar su alto Ministerio, y que reclaman urgentemente las presentes circuns– tancias.- Estas Ilustrísimo señor, según datos seguros llegan al extremo de que los insurgentes del Cusco, hayan declarado Ja pros– cripción de todas las castas de la América, excepto la que debe regenerar el Imperio de los Gentiles Incas, para restablecer de consiguiente su antigua idolatría sobre la ruina de los altares del Dios verdadero; de este horroroso principio parten los escan– dalosos designios de querer exterminar a los beneméritos hijos de la Madre Patria, según el Anónimo que acompaño a. Vuestra Señoría Ilustrísima, y por el mismo principio se están exterminando insensiblemente los más recomendables individuos de la propia América; a más de esto el ingrato, y pérfido Inaio Pumacahua ha exaltado infinitamente el entusiasmo de sus semejantes, ofre– ciendoles serán árbitros de las vidas y propiedades de los que no son Indios, con recuerdo de aquellos primitivos derechos que cedieron al legítimo de la conquista, y que debieron olvidar por gratitud al grande beneficio de la religión por la cual únicamente pueden ser participantes de la verdadera y eterna felicidad.- De– duzca Vuestras Señoría Ilustrísima de aquí, la energía con que los sucesores de los apóstoles, deben trabajar en la conservación de la mies del Señor, dignándose expedir la conveniente circular para que los señores Curas cooperen al mejor éxito de mis providencias, como lo espero del infatigable celo de Vuestra Señoría Ilustrísma por el servicio de Dios, del Rey y de la Patria. Dios guarde a Vuestra señoría Ilustrísima muchos años. Arequipa marzo nueve de mil ochocientos quince.- Pío de Tristán.- Ilus– trísimo señor obispo de esta Diócesis doctor don Luis Gonzaga de la Encina. Hoy Domingo día de la fecha, se publicaron los tres papeles anteriores, a la hora de la mayor concurrencia, y a su continua– ción les explicó el señor Cura con toda claridad cuanto en el par– ticular podía decir, para que los vecinos borren lo que la seduc-
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