Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
LA REVOLUCION DEL CUSCO DE 1814 493 rentes horas, hoy treintiuno de marzo por la tarde; y no le he po– dido encontrar. La primera por estar durmiendo; y la segunda por estar fuera de su casa. Y para que conste pongo la presente.– Lirrares (Rúbrica). En la ciudad de Arequipa, a primero de abril de mil ochocien– tos quince. Yo el Escribano notifiqué, e hice saber el nombramien– to de defensor al doctor don Mariano de Ureta en su persona. Di– jo: Que lo aceptaba y aceptó: de usar fiel y legalmente: Juró por Dios Nuestro Señor y por una señal de Cruz, según derecho. Sí así lo hiciere: Dios Nuestro Señor le ayude y al contrario se lo deman– de. En esta conseguí y le entregué este expediente para que ponga la defensa, como a horas de las nueve y media de la mañana con fojas siete útiles: Y lo firmó. Doy fe.- Doctor Ureta (Rúbrica).– Linares (Rúbrica). Señor Gobernador Intendente.- José Manuel Santayana es– clavo de doña Nicolasa Salamanca, preso en esta Real Cárcel y con una platina a los pies, en la causa que de oficio se me sigue por co– nexión con el sistema de los revolucionarios del Cusco, usando del traslado que se me ha dado de la acusación Fiscal, y lo demás deducidos ante usted digo: Que no resultando del sumario delito alguno contra mí su justificación se ha de servir, despreciando el pedimento Fiscal, mandar se me ponga en libertad, con la debida declaración de mi inocencia, por ser así de justicia, con arreglo al sumario, y siguiente: El que hubiese servido en las tropas de los insurgentes, que es lo probado, no da margen para que se me impute a delito, ni me– nos para que se me imponga la pena de tres años de presidio si se advierte cómo y de qué manera ha sido mi servicio, jacto con el jus– to temor de perder mi vida: Nunca he peleado a lado de ellos, y cuando lograba proporción de desertar lo hacía, pero sin embargo de mi estado esclavitud siempre he estado decidido por la justa causa de nuestras armas Reales. El miedo Cle un esclavo de ser castigado, o remitido a una Ha cienda con la reflexión de mis pocos años me hicieron fugar de la– do de mi señora doña Nicolasa Salamanca, hasta Copacabana don– de se hallaba mi madre, en el año próximo pasado en tiempo que la ingrata Cusco ni habrá pensado levantar el grito de su insurec– ción. Persuadido que el servicio a Nuestro Rey, me eximía de la esclavitud, senté plaza de soldado en el Desaguadero bajo el man-
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