Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
514 MANU!\L JESUS APARICIO VEGA mándoles, lo que es todavía más horroroso, que no solamente les es lícito, esto, sino también que están en conciencia obligados a seguir el partido de los insurgentes, y poner cuanto esté de su parte con sus obras, y con sus palabras, para sacudir de sobre sus cabezas el yugo puesto por nuestro Dios de la obediencia a sus Reyes y legítimas potestades, incurriendo en los terribles Anathe– mas fulminados por varios Concilios, y señaladamente por los cuarto, sexto, y séptimo de Toledo: Por tanto deseando ocurrir a mal tan grave, y preservar de él a las ovejas que el pastor tierno ha puesto a nuestro cuidado, siguien los ejemplos de los sumos Pontífices Gregorio Quince, Alejandro Séptimo y Benedicto Ca– torce, los cuales con el mismo fin que a nosotros nos conduce aun sobre diferente asunto, y objeto mandaron que todos los fieles Cristianos de uno y otro sexo que fuesen solicitados para cosas torpes en el Tribunal a la penitencia ya sea en el mismo Confe– sionario, ya en algún lugar destinado a oir confesiones con simula– ción de oir allí confesión, ya inmediatamente antes, o inmedia– tamente después de la confesión, ya con pretexto u ocasión de oír confesión, fuesen obligados a denunciar a los dichos confesores solicitantes, dentro de los seis días contados desde el de la solici– tación, o desde el conocimiento de esta obligación impuesta por · las Bulas, a todos los que dejaren pasar los expresados seis días sin hacer la referida denuncia: del mismo modo nosotros siguien– do el laudable celo, y edificante ejemplo de aquellos tres Supre– mos Pastores de la Iglesia, ciñéndonos a los límites de nuestra Diócesis, que es hasta donde alcanza nuestra Pastoral jurisdicción; mandamos a nuestros hijos en Jesucristo todos los fieles Cristia– nos de esta nuestra grey de cualesquiera sexo y condición que sean bajo de la misma pena de excomunión mayor later sentencia ipso facto incurrenda, y reservada a nosotros, que si algún confesor, u olvidado de su Instituto, o preocupado con las falsas y pernicio– sas doctrinas que han sembrado en estos últimos tiempos muchos falsos Sabios contrarios en sus doctrinas a la verdadera sabiduría, que es Jesucristo, y que nos tiene intimada nuestra Madre la Igle– sia excepto de todo error, se atreviere a aconsejar a sus Peniten– tes, o en la confesión, o antes, o después de ella, y todo bajo las mismas reglas prescriptas para los solicitantes ad turpis por los t-:-es Papas referidos, que les es lícito según el partido de los insur– gentes contra su legítimo Rey el Señor don Fernando Séptimo y sus sucesores según el orden de la Dinastía E$pañola, o lo que es peor, que debe seguir el dicho partido de iniquinidad, rebe-
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