Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

534 MANUEL JESUS APARICIO VEGA habían adelantado, pero con tanta felicidad que no hubo avería al– guna. Retrocedimos cosa de seis cuadras tras de un cerro, donde campamos, para evitar esa noche Ja incomodidad de Jos tiros de ca– ñón que podían haber desvelado Ja tropa. El día 6 por Ja mañana llegamos a Pucará por otro camino, pa– ra no ser ofendidos por Jos cañones de los enemigos, y por la fuer– za que cargó desde la tarde anterior. Apenas llegamos a las cúspi– des de la serranía, cuando descubrimos el campo enemigo que se componía de ciento y más tiendas al frente de dicho pueblo divi– dido por el río grande. Luego que llegamos a la población y cam– pamos en ella, se replegaron a dicho campo todos los que nos espe– raban en la emboscada del paso de la encañada, y comenzaron a mo– lestarnos con el fuego de su artillería: correspondimos con la nues– tra, y dispersamos la gente que poblaba el campo; no cesaban de disparar de cuando en cuando, pero despreciando sus esfuerzos, so– lo se entendió en formar dos barcas para facilitar el paso del río, en cuya fábrica se gastaron tres días: y como en éstos se advirtieron que les había llegado muchísima gente de refuerzo, armas y muni– ciones, así del pueblo de Ayaviri donde estaba el real, como de otros pueblos, se conoció que sería dificultosísimo el paso del río, y que mientras esta operación, nos cargasen por la retaguardia y nos arrollasen, resolvió nuestro general hacer junta de guerra con anuencia de peritos; para resolver lo conveniente. De facto, se de– terminó caminar sin pasar el río en busca del origen de él que se formaba de muchas r amificaciones. Seguimos nuestra expedición el día 10 para ponernos en el paralelo del pueblo de Ayaviri, desde donde observamos la inmen– sa multitud de gente que salía de aquel pueblo, y que formaba co– lumna interminable, a más de 3 campamentos considerables que se nos presentaban a la vista; uno a la salida del pueblo, otro a la falda de un cerro inmediato, y el tercero en una estancia distante tres leguas, nombrada Chuquita. El 11 levantamos el campo temprano para vencer las ciéne– gas y fangales, que sabíamos habían hasta el pueblo de Umachiri, y que esta población estaba sobre las orillas de uno de los ríos que formaba el de Ayaviri; antes de llegar a este lugar se presentaron por sus serranías algunas partidas de caballería, que fueron per– seguidas por nuestras guerrillas, y disipadas por ellas: pasamos el río y el pueblo, avanzando a una colina donde pensábamos cam– par: luego que llegamos a sus cumbres, descubrimos la multitud de enemigos que se presentaron en línea, que cogía el espacio de 3 le– guas, formando por la izquierda varias columnas de bastante con-

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