Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

536 MANUEL JESUS APARICIO VEGA redoblada, y fuego a discreción, sostenido de los tiros incesantes de nuestra artillería. A ejemplo y vista de la columna que había pasado, hizo la misma diligencia la compañía de granaderos que había ido por la derecha a impedir el paso de la gruesa columna de caballería que venía sobre el campo, los había dispersado a és– tos, y fue sosteniendo la columna que iba al mando de nuestro ge– neral a cierta distancia, hasta que pudo reunirse. En este estado ya se asomaron por las cimas de la serranía alta, que estaba a la retaguardia de las guerrillas como mil hom: bres de infantería y caballería que afligían a aquéllos, y como hu– biesen tomado las 4 compañías que despachó el general, por una cu– chilla que formaba casi desde el campamento llegaron oportuna– mente a defenderlo; y estando en el más vivo fuego, salieron como 500 hombres bien montados de la quebrada del pueblo de Umachiri a asaltar por la retaguardia el campamento, en tan apura– do conflicto, y de que habían quedado abandonados los equipajes solamente en poder de las mujeres, formó de ellas el capellán ma– yor D. Esteban Rodríguez, varias columnas en ciertas posiciones armadas de algunas lanzas y palos de tiendas, con que las armó, recogiendo doce fusileros a toda diligencia, y los interpoló entre la principal columna para que hiciesen algunos tiros y no cono– ciesen los enemigos el total desamparo en que se hallaba. Las mis– mas mujeres facilitaron las conducción de un cañón que había que– dado medio inutilizado, y lo colocaron encima del morro del mis– mo campamento, con el que se hicieron dos tiros de bala rasa, con tanto acierto que los dispersó. La caballería que estaba al man– do del teniente coronel Aragón, que constaba de veinte y tantos hombres con algunas escopetas, y el arrieraje que inmediatamente se puso montado, se incorporaron, y todos en un cuerpo atacaron aquella columna que los dos tiros de cañón habían asustado, ha– ciendo algunos con las escopetas que terúan, con los que obliga– ron a emprender una precipitada y vergonzosa fuga, persiguién– dolos a la mayor parte hasta el lugar de donde asomaron, y los de– más se fueron por donde pudieron. En este mismo tiempo se ad– virtió, que los del morro alto arrollaron a los que les invadían y perseguian, para que se precipitasen a las aguas del río, como que hubieron muchos ahogados, mientras tanto el general ya ha– bía avanzado más de legua y media, atacando a la inmensa mul– titud que pretendía sojuzgarlo, con ganancia de varios cañones, per– t;·echos y fusiles . Como la tropa incorporada con las guerrillas, había visto el mucho terreno ganado por el general, resolvió reunirse con él, y

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