Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

LA REVOLUC!ON DEL CUSCO DE 1814 551 su autoridad, que en el deseado beneficio o remedio que se tenía pedido. Estas son las razones, por las que la naturaleza misma con fortaleza y suavidad tieen dividido el mundo del modo expre– sado en provincias y reinos, en proporcionados distritos de suer– te que teniendo el mundo sólo doce mil leguas de oriente a po– niente y otras tantas de norte a sur, se advierte precisamente que siendo la dominación de la península en su punto al oriente seis l:'!guas (como las hay a las Filipinas y otras seis mil a las de este nuestro continente peruano) resulta que si esta dilatada dis– tancia de dominación es en buena filosofía justa, lo sería aún me– jor, que no hubiese más que una y única universal nominación y que todo el mundo fuera un solo imperio; lo que sí sería un ho– rroroso monstruo por la diversidad de sus leguas, por la varie– dad de sus costumbres, la necesidad de sus trajes, Ja despropor– ción de sus climas, por las ideas distintas de religión y necesaria confusión de la justicia?; así parece que debemos confesar en bue– na filosofía, que es aún más monstruoso el que esta dominación española, por su ambición se halle interpolada con otras entre las largas distancias expresadas en las que las continuas y nece– sarias guerras y Jos diversos intereses entre ellas hacen con pre– cisión a los humanos más infelices en la inquietud que resulta en su corazón de este cúmulo de necesarias injusticias aún semejan– tes que sólo por haber nacido en distinto clima, que en la Capi– tal y ser educados de diverso modo, se ha alimentado tan a cos– ta de la sangre americana Ja horrorosa serpiente de las siete ca– bezas, que haciendo bambolear Ja Corona Española, a su arbitrio (como atada a su cola) con sus siete bocas ha destrozado en tres siglos a sus más beneméritos españoles, con la primera que fue la de Jos enormes secretos de los magistrados, y en ninguna re– sidencia y castigo a sus falseadores que son los que han perdido la América, con la segunda la de la pública y secreta banalidad de los empleos y honores, a cuyo título se les permitía Jos mayo– res excesos contra estos colonos. Con la tercera la de los obispos de Gabinete formados por los reales palaciegos y sin la canóni– ca responsabilidad en los Concilios; la cuarta con el universal des– potismo de las mandones en nuestras vidas y haciendas, obligán– donos a ser alabarderos de sus vicios y sus tributarios; la quinta, la de un gobierno dilapidador de los más sagrados derechos de los ciudadanos con las voces: Se calle usted que lo perderé por– que tenemos otras leyes y decretos de los que están en los códigos para nuestro Gobierno; la sexta con la distancia y separación de

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx