Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
LA REVOLUCION DEL CUSCO DE 1814 561 el mundo para conocer también sus luces todas. Estos nuestros confidentes y discípulos del Señor a ninguno de ellos les es dado por armas de su fe para conocerlos de su fortaleza y antigüedad de nuestro Maestro Jesús: este privilegio lo fue para el primero y más antiguo de los Apóstoles San Andrés: esta insignia y divisa la Santa que había de ser la gloriosa señal de todo el orbe cristiano era sólo destinada para el primer Cristiano que a la primera voz del precursor Juan que le manifestó el Cordero del Señor no sólo lo confiesa y es que busca como le manifestó el Apóstol y Evange– lista a su hermano Pedro el Príncipe de los Apóstoles y le dice hermano mío invenimus Mesiam y ved la causa en el exordio de este sermón, porque este nuestro Apóstol se ha granjeado tantos y tan singulares devotos, y porque las armas de ésa su sagrada as– pa se vea gloriosa hasta en los Estandartes de los ejércitos cris– tiano como en trofeo de nuestra fe, de nuestra fortaleza y de nues– tra antigüedad y ved la causa porque hermanos míos esta Santa causa desde el año de mil seiscientos cuarenta y nueve en el que el piadoso extremeño Don Andrés Pérez de Castro hizo esta su fun– dación para que se curasen mujeres pobres y se recogiesen donce– llas huérfanas, las que conforme el tiempo que sirviesen en este hospital se les dotase para tomar en cada un año estado con la línea que experimente de misericordia y el día de hoy se ha con– vocado por medio de sus administradores y hermanos del número, para que véase lo admirable que es Dios en sus Santos, y lo glo– rioso en su Majestad, lo que os manifestase sucintamente en un solo punto a causa de la brevedad que se me ha encargado por con– fesión y celo en las circunstancias del día de hoy en la admirable confesión de nuestro Apóstol, al que a la primera insinuación en la que diciéndole le manifiesta este Dios encarnado que veneremos bajo este Bautista ecce Agnus Dei ecce qui tollis pecata mundi ac– cidentes lo reconoce y confiesa por el ungido del Señor y lleno de caridad va a buscar a su hermano diciéndole Invenimos Mesiam, y a la primera llamada de Jesucristo continuo velictis retibus se– cuti sunt cum, para reducir estos tres puntos a uno solo en su singular concreción nuestra con el debido acierto, pidamos la gracia a la Reina de los Apóstoles y Madre del Verbo encarnado con las palabras del Angel Ave María. Oigamos mis Americanos las voces de propia raza y no las de nuestros personales caprichos con aquellos nutridos presto todos nos unimos y amamos forman– do un cuerpo y pues en esta barbarie política por tantos años mis hijos los ha enemistado; en efecto señores contraria a los derechos de la Raza qué amor nos podemos tener, con la separación de seis
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