Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
570 MANUEL JESUS APARICIO VEGA tiranía de nuestro dilapidador Gobierno que era una piedra de re– probación para nuestra sociedad Peruana, es puesto en un calabo– zo, por sólo pedir la Justicia de su Patira, y ved que en su conse– cuencia la Divina Providencia en la madrugada del tres del próximo pasado le reviste y eleva sobre sus naturales fuerzas y lo saca de la obscuridad de un calabozo con dos de sus compañeros a mandar las tropas de sus mismos contrarios, y lo constituye en cabeza an– gular de todo el Perú haciéndolo grande, y un hombre memorable y digno de nuestros perpetuos respetos, y para que todas las gentes y sus provincias que forman esta línea (que de Buenos Aires a Li– ma la remotan y elevan en este su centro del Cuzco) formen en el ángulo de nuestra unión y la cabeza de nuestros deseos, la reunión de todas sus provincias y para que sea la guiadora de nuestra jus– ticia, y el escudo de nuestra felicidad. Oh inescrutable providencia de nuestros días cúan imperceptibles son tus juicios a los hombres! Quién podría haber investigado tus divinos arcanos en la noche del dos de agosto cuando todos nos acostarnos en nuestras camas bajo un Gobierno anticuado, monárquico, despótico y levan– tamos al inmediato amanecer con el deseado gobierno aristocráti– cc, y que sin derramar una sola gota de sangre los presos habían de ocupar al amanecer el mando de todas las autoridades y éstas los mismos calabozos de sus afligidos presos: Oh inescrutable provi– dencia de nuestro Dios. En las manos de tus sacerdotes ha pues· to tus profecías para todos los tiempos. Mas nosotros no todas las conocemos, sino es cuando es nuestra voluntad. Tu escogido Pue– blo de Israel diariamente gemía y cantaba, lapidem Quem reproba– rerum dedificantes /1ic factum est in caput Anguli y no lo en– tendía hasta que como en la plenitud de los tiempos del deseado Mesías, lo mismo parece que ha sucedido a este tu afligido Pueblo Peruano: Continuamente cantábamos la misma profecía: veíamos también que las injurias, las injusticias, las contumelias y toda cla– se de falsedades tenían oprimida a esta nuestra Patria, y que se gún las sagradas porfecías no podía tardar el remedio de su liber– tad, también veíamos que Buenos Aires y Lima estaban en contra– dicción y que nuestro Cuzco era el punto central, y la piedra an– gular, la que en las dos líneas que formaban su oriente y occiden– te peruano se estrellaban, y anonadaban sus contradicciones con la propia sangre de más de treinta mil de nuestros conciudadanos: Veíamos últimamente a este nuestro Angulo del Cuzco como a otro José preso ya por la Justicia de su Patria y que era nuestro Liber– tador, y no lo entendíamos hasta que la divina providencia en la
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