Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

LA REVOLUC!ON DEL CUZCO DE 1814 43 de la Matriz hijo del criminal Becerra manifestó a la Junta que los Abogados habian delinquido contra la fe, contra la Religión y contra el Estado, y que eran acreedores a la pena correspondiente a su figura de delito: agitado y acalorado el Pueblo exigió que el Asesor Esquinigo que se hallaba presente expusiese bajo el sagra– do de su conciencia si los Abogados eran o no verdaderos delin– cuentes para en este caso expelerlos de la sociedad siendo su ine– xorable verdugo del castigo, o que de lo contrario no podía per– mitir que sus conciudadanos fuesen sacrificados en manos de Ja impiedad. Se habría estremecido V. A. al oír al débil y misán– tropo Asesor Esquinigo cuando protestó al Pueblo que toda Ja tra– ma había sido urdida por Vuestros Ministros Pardo y Vidaurre y por el detestable Becerra como se impondrá V .A. por el Testi– monio que dirigimos en otra oportunidad: que se Je habían to– mado reiterados juramentos para que no pusiese en descubierto a Jos Oidores que proyectaban la ruina de Jos dos Abogados, igual– mente que Ja suspensión del Teniente Asesor propietario que sus– cribe esta representación y que los figurados reos ni debían tomar agua bendita por el crimen que injustamente se les atribuía. En este estado de comprometimiento ordenó el Jefe la liber– tad de los Abogados bajo Ja fianza que en nombre del Pueblo sus– cribieron tres personas de distinción y como se demorase el co– rrespondiente mandamiento de soltura se agolpó al Cuartel in– troduciéndose hasta las puertas de los calabozos con tanta sagaci– dad, moderación y cordura que a pesar de las exclamaciones de los verdaderos delincuentes que con ternura exigían igual liber– tad, les contestó el Pueblo expiasen sus crímenes, puesto que para con ellos no debía entenderse sus deseos de sólo libertar a los ino– centes! ¡Qué Plebe Serenísimo Señor tan entusiasmada por la jus– ticia que sin embargo de haberse perdido una hebilla de oro pa– reció entre la confusión y fue devuelta por un Artillero a su legí– timo dueño! ¡Qué inimitable heroísmo de un numeroso concurso que en medio de la agitación miraba con vilipendio y desprecio al que casualmente inspirarle sentimientos de insubordinación! En el momento que llegó al Cuartel el Capitán Comandante de Artille– ría Don Francisco Eulate con la orden respectiva asociado del Mi– nistro Tesorero Don Baltazar Villalonga, condujo el Pueblo a los Abogados a la presencia del Jefe en medio de vivas y aclamacio– nes donde protestaron hacer ver la inocencia a los ojos de la poste– ridad, como la iniquidad con que habían sido procesados por la arbitrariedad de los Oidores e invectivas del Asesino Becerra; y aunque parezca a V. A. que consentimos digresiones faltaríamos 611866

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