Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
LA REVOLUCION DEL CUSCO DE 1814 575 el campo, y se encaminaban ya a la misma serranía, persiguiendo el considerable trozo que por aquella parte causó no pocas zozo– bras, cuanto a impedir que la expresada columna les cortase la gente dispersa, principalmente la que venía batida por las referi– das guerrillas, contra la que destaqué con un buen suceso la pri– mera compañía de fusileros del primer regimiento al mando del capitán don Antonio Cruzado, y en seguida hice que subiese toda la gente al cerro, quedándome solo con cien hombres para atender las necesidades que pudiesen sobrevenir en la diversidad de ataques a que estaban esparcidos mis cuidados, porque se pe– leaba a un mismo tiempo en diferentes puntos. Un acometimiento tan valient~ desalojó de la posesión al ene– migo: pero restaba hacerle sufri1'. alguno de los sensibles golpes qne acabase de destruirle, tal fue el que padeció a la espalda del cerro, respecto de que fatigados nuestros soldados no todos alcan– zaron a darle vuelta, por cuyo incidente al observar los rebeldes un número muy pequeño empeñado en perseguirlos, volvieron a rehacerse y cargar despechadamente sobre él, de manera que aún fue preciso que también yo me moviese a embarazar, que la cre– cida caballería que se encaminaba a cortarlos, lograse su inten– to. Arreciada a llí la refriega, produjo al fin ésta el resultado ca– paz de perfeccionar la victoria de un modo completo. La absolu– ta dispersión que subsiguió y la oscuridad de la no– che que ya nos cubría en la considerable distancia de cerca de tres leguas a que nos habíamos alejado del campo, me obligó a reple– gar la tropa, no sin el fundado recelo de que los gruesos peloto– nes enemigos que habían quedado prevalidos de la notable ~eparación en que me hallaba, sin arbitrio de ocurrir con un pron– to socorro: por ello es que dispuse mi diligente regreso, después de haber mandado pasar por las armas a dos coroneles que se tomaron prisioneros, reservando la vida del auditor de guerra, que también cayó, hasta recibir su declaración, que concebí intere– sante a mis subsecuentes medidas. Por la verídica aserción de és– te, vine a saber que el número de hombres que habían reunido los insurgentes ascendía a cerca de 30,000, cuya verdad se ha con– firmado con la uniformidad de las demás declaraciones tomadas a los principales caudillos, y no solos 12,000, según expuse a V. E. en mi citado oficio del 11. A más de las nueve de la noche pude llegar a enfrentarme con mi campo, y sin embargo que casi toda la tropa estaba sin
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