Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

LA REVOLUCION DEL CUSCO DE 1814 609 Se les formó a éstos su causa con más lentitud y lenidad que la que permitía su naturaleza, pues se puso en libertad a algunos bajo (f. 30) de fianza, y disfrutaron otros en su arresto una comu– nicación libre entre sí con los. de afuera; de modo que tuvieron tiempo y proporción para formar el plan que ejecutaron la noche del 2 al 3 de agosto, embriagando antes la tropa, e interesando en su facción a varios de los oficiales, haciendo de jefes de este infa– me atentado Gabriel Béjar, José Angulo y Manuel Mendoza, deca– pitados ya en el día todos tres; los que pusieron al principio a este Público en una opresión que apenas tuvo libertad para deliberar sobre el partido que debía abrazar en esta tan inesperada como violenta crisis. Por ello es que reunidas las corporaciones eclesiás– ticas y civiles, nombraron al propio Angulo de Comandante Gene– ral de las armas, y pidieron por la libertad de todos los europeos y empleados que se hallaban presos, y con riesgo inminente de ser sacrificados a la barbarie y a la embriaguez de los autores de este desorden. A los pocos días ya se notó una variación considerable en la opinión pública, dirigida por los eclesiásticos seculares, y regulares, que a excepción de unos pocos, abrazaron con tal entusiasmo este sistema destructor, que muchos de ellos han sido caudillos de tro– pas armadas; debido todo al ejemplo del Obispo de esta diócesis Dn. Jph. Pérez Armendáriz, que en su ancianidad, mejor diremos decrepitud de ochenta y siete años, dirigido por su Provisor Dn. Hermenegildo de la Vega, ha dado las lecciones más escandalosas de insubordinación a V.M., que podemos asegurar con verdad que ha hecho más estrago en la justa causa con sus órdenes a los ecle– siásticos de la diócesis, con sus conversaciones familiares, y con la admisión y autorización con su clero del juramento para que obe– deciesen al (f. 30v.) Tirano, que con toda la fuerza armada que éste tenia a su órden. El Tribunal ignora el partido que sobre este pun– to tomará el General del ejército; pero sea el que fuere, compren– de que mientras no se separe a este obispo y a su provisor de esta provincia, solo la fuerza armada podrá impedir la renovación de una convulsión tan funesta y tan perjudicial. El creer que el citado Obispo y su Provisor puedan variar de opinión, es creer un imposi– ble. Su edad casi nonagenaria y la absoluta debilidad de sus poten– cias lo incapacita del todo; por lo que se persuade el Tribunal que s u separ ación es de justicia y de rigorosa necesidad para la conser– vación del órden público; como lo deberán ser de sus doctrinas Dn. Eduardo Navarro, cura de Capi; Dn. Juan Becerra y Dn. Ildefonso Muñecas, vicarios de la Parroquia de españoles de esta capital : Dn.

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