Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
618 MANUEL JESUS APARICIO VEGA quien su señoría por ante mí el Escribano le recibió juramento por Dios Nuestro Señor, y una señal de Cruz, según, y en la misma conformidad que al antecedente, bajo del cual ofreció decir verdad en lo que supiere, y fuere preguntado, y siéndolo al tenor del es– crito que antecede dijo: Que con motivo de hallarse de Regidor en aquel pueblo en meses pasados, tuvo orden de don José Flores el día viernes diez de marzo, de que pueda juntar mulas para el servicio de la tropa del Rey que había llegado a aquel Pueblo, bajo el comando del doctor Ríos, con destino de pasar para Huancané, se dirigió el declarante para el Ayllo de Chillora a recoger mulas, que llegaría a cosa de las malas horas, poco más o menos de aque– lla noche, y estando en esta diligencia, derrepente le salió al en– cuentro de un sitio nombrado Yanaco José María Avila, y aga– rrándolo, lo llevó al medio de otros muchos que habían estado a caballo en aquel sitio, en donde conoció el declarante a los demás caudillos Rebeldes a Ignacio Cansino, Pancho Pérez, Martincho Castillo, y otros muchos del pueblo de Coata, que no los pudo dis– tinguir, y allí lo tuvieron como preso al declarante disponiendo su repentina entrada a la invasión contra aquella tropa del Rey, para lo que esperaron por momentos la llegada de los rebeldes delusi: que en efecto llegaron éstos, y con ellos hicieron la entrada a cosa de la una de la mañana, poco más o menos, y los referidos Cansino, Avila, Martincho, y Pérez, llevando a su lado al declarante sin dar lugar a desviarse, arrearon a los demás indios de aquel Ayllo, con cuya multitud, formando mucha algarabía, y [ilegible] acometieron contra la tropa del Rey que estaba acuartelada en casa de don Ven– tura Mariano Martínez, y a cosa de las ocho o nueve del día em– pezaron con la mortandad, y duró hasta más de las doce esta cruel operación quedando muchos prisioneros hasta el otro día; que en esta acción lamentable, no pudo ver el declarante a su cacique don José Flores, porque desde el principio se había escondido en par– te donde por más que lo buscaron no lo encontraron, y si lo hubie– ran hallado no hay duda que le hubieran quitado la vida porque todos ellos lo tenían por uno de los Sarracenos, que después de la mandada se retiraron todos aquellos Rebeldes para sus pueblos lo vio el declarante a don José Flores en c<1_sa de su Madre todo lleno de sangre que dijo le salía de la boca de Ventura de una pedrada que había recibido en el pecho, que en todas sus amonestaciones siempre ya el declarante que decía Flores, que nunca creyeren a los subversivos por constantes en su favor ideas; porque si bien ha– bían de durar un tercio era lo más, y que siendo el brazo del Rey más poderoso siempre había de llegar día de castigar a todos; y
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