Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
LA REVOLUCION DEL CUSCO DE 1814 687 la muchedumbre, y los indios, pero la primera puesta a obrar, sólo trata del robo, y del desorden, y está ya demasiado cansada y escarmentada de los golpes que han sufrido, y los segundos muy débiles, y no tienen carácter; la misma esclavitud en que han vi· vido los ha reducido a poco menos que máquinas, como V. E. lo está viendo. Se dejan dirigir por sus propios enemigos, a quienes obedecen y miran con un respeto profundo, y se verifica en elfos el principio de que la esclavitud inspira el amor asimismo. Me res– ponderá V.E. que importa atacar al enemigo antes que se rehaga; pero ya he dicho a V. E. que no hay como conducir todo lo que se necesita para atacarlo ni hay recursos que tocar en esta ma– teria; pues V. E. mismo apuró los que se pudieron para que mar– chase el ejército, y apenas salió de ésta con lo muy preciso, y su– friendo escandalosas deserciones de arrieros en todos los cuerpos. Bajo de este concepto, suponga V. E. que se pierda la segunda ac– ción, que es muy factible: en tal caso se perdió todo, es decir, se perdió el ejército, se perdió el armamento, y las municiones, se perdieron estas provincias, Salta, Tucumán y Córdoba, y hasta Buenos Aires, si nos dejan pasar los Pueblos encontraremos asi– lo? ¿Cómo podrá V.E. en tal caso contener o reunir la tropa? ¿Cómo podrá transportar, ni custodiar los grandes intereses del estado sin mulas, ni soldados? ¿Cómo podrá reorganizar un nue– vo ejército en la provincia de Salta y Córdoba que se hallan ago– tadas de gente, de ganados, sin dinero, y reducidas a la última miseria, como lo hemos palpado después de nuestras victorias? V.E. no dude que es muy factible la pérdida, de la segunda ac– ción, si no se rehace nuestro ejército después de algún tiempo. Advierta V. E. la falta que tenemos de oficiales por los muchos que han muerto, y se hallan heridos; que los sanos están acobar– dados, y aunque proclamados por V. E. aparenten orden y ener– gía, llegando el momento de la acción, obrarán con debilidad nues– tros soldados intimidados, y sin quien los contenga y aliente, se dispersarán, y el enemigo sin pérdida de gente afianzará una vic– toria permanente, que fuera de este caso no podría jamás conse– guir. Me dirá V. E. que también el enemigo está poco menos que derrotado, pero su tropa no debe estar tan aterrada como la nues– tra, antes sí con doble valor del que tenía antes de la acción, porque esto de haber quedado el campo por suyo, de habernos to· mado toda la artillería, las tiendas de campaña, y las municiones vale mucho en la opinión de la Tropa, y aunque hayan muerto muchísimos de ellos, la satisfacción de haber vencido, es superior, a todo estrago, tanto más, cuanto que los jefes les harán creer
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