Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 57 principio, el Doctor Torres no puede llenar la expectación común ni cumplir con los deberes que se le han prodigado. Su aptitud no está en concepto alguno, y no es bastante el nombre sólo de abogado cuando se trata de entregar la virtud de la justicia a una precisa balanza para la que hay abogados de señalado mérito, ca– pacidad y certamen declarado por la verdad en el foro. Los. demás son meritantes y una ciudad capital respetable merece alguna más consideración. Este fundamento se aumenta a vista del decreto de las cortes de 9 de octubre de 1812, cuando el artículo 3? ordena que los pro– vistos deberán ser letrados, gozar de buen concepto en el público, haberse acreditado por su ciencia, desinterés y moralidad, ser adic– tos a la Constitución de la monarquía y haber dado prueba de es-. tar por la independencia y libertad política de la nación. En el Doctor Torres no hay ese buen concepto y demás según lo expuesto y no es moralidad faltar a las obligaciones ciel propio oficio. El Doctor Torres tampoco es adicto a la Constitución, pues cuando el Síndico que habla con un carácter innato y no comprado pidió el cumpli– miento de la Constitución en 14 de diciembre pasado contra un torrente manifiesto, el Doctor Torres se honró en suscribir ese papel brindándose en Ja oficina del falso criminal, perjuro y pre– varicador José Agustín Becerra; más fraguada Ja causa criminal contra el que habla cuando Agustín Becerra y muchos saté– lites suyos en complot con .los refractarios anticonstitucionales como discípulos de los funcionarios rodeaban y fascinaban a los suscriptores para retractar sus firmas fue el Doctor Torres uno de esos débiles que retractado en la causa, declaró también en ella. Prescindiendo de su desdichado carácter cuando así obró, cuya mi– seria y debilidad no es para Juez de Letras, manifestó no sólo que no es adicto a la Constitución, sino contrario a ella, pues retractó la firma en que se pidió esa soberana liberalidad para el súbdito y ese freno sostenido contra el despotismo. Cuando fuera posible que la presente vista quedara por los suelos, este último esfuerzo de la necesidad actual y la .ley que en ella se funda sobre tantas otras razones basta para que· yl Doctor Torres no sea Asesor ni Teniente de Letras, ni lo pueda ser. Nada hay expuesto de capricho, ni mero raciocinio o esfuerzo de imaginación acalorada; es por el celo de la justicia, la ley re– sistente y la precisión de cumplir el que habla con su cargo. Ya ha hecho ver que incumbe a V.S. vigilar sobre esto, aunque lo niegue el oficio del señor Pumacahua. De todo esto resulta el orden pú– blico, y no otro cuerpo sino este ilustre Ayuntamiento está encar-

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