Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

LA REVOLUCION DEL CUSCO DE 1814 731 allanarse a este medio prudente, estoy persuadido de que V .E. como Metropolitano lo podrá ejecutar, en consideración a lo exi· gente que es esta providencia por las razones expresadas. Sobre Jo cual espero se sirva V. E. contestarme a fin de que por el correo de pasado mañana pueda caminar mi resolución. - Dios guarde a V. E. Marqués de la Concordia. Excmo. señor Arzobispo de esta Santa Iglesia. RESERVADO. - Excmo. Señor: En la necesidad que me ex– pone V. E. de separar del gobierno de su iglesia al Iltmo. señor Obispo del Cuzco, por su edad decrépita y enfermedades habitua– les, y con atención a las delicadas circunstancias de aquella provin– cia, que exigen un Gobernador eclesiástico de energía y fidelidad notorias, me parece muy arreglado al método que se propone V. E. en advertir al señor Presidente interino de que proponga a aquel Pr elado que es indispensabe haga su separación voluntaria del go– bierno cometiéndole todas sus facultades al que se Je designe. El Dr. Don Sebastián Paliza reúne en su persona desde luego toda la prudencia, luces, respeto y constante lealtad para encargar– se de él, si a ello no lo obstasen el impedimento canónico de sus natales, que en concurrencia de otros buenos eclesiásticos, como el Dr. Don Juan Munive y Mozo, o el Dr. Don Antonio Bustamante, cura de Paucartambo, ofrecerá dificultad en la conciencia el otor– garle la dispensa sin mayor necesidad, y a presencia de dos hom· bres que carecen de este defecto, y a quienes creo dignos de un gobierno eclesiástico y nada implicados en la revolución. También debo exponer a V. E. que no hay necesidad de que el que se nombre sea de aquel obispado, y acaso convendría que fuese de fuera, porque habría menos relaciones que entorpeciesen la recta administración de justicia. En esta diócesis me ocurren tres muy buenos para el caso, y son los curas Dr . Don Santiago Ofelan, de Acobamba, Dr. Anselmo Pérez de la Canal, de la parro– quia de San Lázaro, y el Dr. Don Francisco María Aduriaga, de la doctrina de Chincha. Todos están dotados de prudencia, litera· tura y buen modo de pensar. Mas, si V. E. después de todo vive persuadido de que sólo el Dr. Paliza es el que conviene en las circunstancias al bien del Es– tado, esa singularidad será en la que se apoye la necesidad para la dispensa; y no tendré embarazo en otorgársela, en el caso de la negativa del propio Prelado, que no sucederá; y por el tiempo

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