Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

62 MANUEL JESUS APARICIO VEGA la ley, propuso a algunas personas la libre suscripción de ambos escritos. Conceptuando vuestro sencillo Presidente accidental agraviado el cuerpo de abogados por el paralelo con los indicados en el parágrafo cuarto o acaso pervertido por los que se lo duple– taron con el dinero de los refrescos, tomó el arbitrio a fin de que cesasen aquellos del curso del segundo pedimento y no inculcasen en la consecución de los testimonios que habían pretendido para recurrir a V. A. de dirigir un oficio a vuestro Regente encomen– dándole la satisfacción del agravio a nombre suyo, el que lo leyó a presencia de cuantos concurrieron en su casa por la anticipada citación que se les hizo, añadiendo un ligero razonamiento corres– pondiente al intento, y desprendiendo una que otra palabra que hacía sentir, no era lo mejor interponer recursos de tal naturaleza que decían oposición a las autoridades, y a la libertad de los sus– criptores, estimulando por otra parte a que hiciesen a su arbitrio una demostración de regocijo que acreditase en los días de la pu– blicación y jura, su adhesión a la Constitución, y presentándose gustosos el veinte y tres en que la juró el Tribunal de la Audien9ia, socorrieron por mano de sus diputados para esta demostración los abogados don Francisco Sotomayor y Galdos y Don Toribio de la Torre y Salas a la plebe con trescientos pesos fuertes que botaron de los balcones de la Casa Consistorial, con más dos palanganas de plata y varias tarjetas de lo mismo con las inscripciones: Viva el augusto Congreso Naciomil. Viva la sabia Constitución. Viva nuestro ilustre Jefe, todo lo que se costeó por un prorrateo que hi– cieron los del cuerpo a excepción de los retractados que se nega– ron tenazmente a dar la cuota, observándose que ni vuestros oido– dores, ni los cabildantes perpetuos ofrecieron un óbolo de sus peculiares intereses en señal del placer, y afición a la nueva Ley recibida. En el intermedio de esos días puso en ejecución el Jefe político la idea que le sugirieron sus depravados directores de en– comendar la organización de los censos de las parroquias a los abogados suscriptores para distraerlos de los recursos correspon– dientes con que pensaban vindicar su honor vulnerado y expuesto a las asechanzas e inventivas criminales del Escribano Becerra, sus hijos y parciales que a expensas de los sacrificios de los ino– centes quería encubrir su mal manejo e infidelidad en los refres– cos y los absurdos a que había inducido el Jefe en los asuntos de gobierno y justicia con los siniestros influjos de su acostumbrada cavilosidad, escandalizando el vecindario que no cesaba de hacer la justa crítica de estos hechos tan chocantes y notorios. No obs– tante que veían los abogados prepotentes a este terrible rival ha

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