Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

64 MANUEL JESUS APARICIO VEGA a Don Lucas Esquinigo, joven neófito sin crédito, segregado de las funciones del Foro y dedicado por su impericia a las negocia– ciones del comercio. Mientras se actuaban secretamente estas diligencias en la casa de vuestro Presidente el seductor Becerra no despreciaba momento, ni perdía arbitrio más ilícito que fuese para aterrar con felonía a los firmes apologistas de la Constitu– ción y fuertes campeones que trataban de sostenerlas a expensas de cualquier sacrificio que se principió con la prisión que sufrie– ron Arellano y Borja el día anterior a las elecciones parroquiales, a pesar de que este último se retractó por los medios inducidos por Becerra, que violentaron su angustiado corazón. Se dice que la prisión fue solicitada por vuestro Fiscal Bedoya que determina– da en un acuerdo nocturno que hubo en la casa de vuestro Regen– te. El sábado seis, se difundió en el pueblo esta grande novedad causando una confusión dolorosa y consternación universal lo que se incrementaba a cada instante con las noticias del rigor con que se les trataba en la prisión, de su incomunkación absoluta, en ca– labozos separados, de la centinela de vista que incesantemente ve– laba sobre ellos, y del registro prolijo aun de los alimentos que la afligida mujer del uno, y la generosidad de un amigo del otro les suministraban. A las once del referido día, se dirigió del Tribunal vuestro Oidor Vidaurre acompañado de un Escribano al Real Cuartel, y en su prevención pidió al Oficial de Guardia un piquete de soldados de bala en boca, con los que se condujo al calabozo de Arellano, y empezando con las preguntas preliminares de la declaración antes de entrar en su fondo lo repudia el reo por in– competente, fundado en las excepciones que le franquean las leyes, y especialmente algunos artículos de la Constitución. Este juez cooperante a las desgracias del declarante abdica con rubor su co– misión y da lugar a que la reasuma el Presidente que en consorcio de su Asesor Esquinigo la principia desde las cinco de la tarde hasta las diez y media de la noche, sin haberla concluido, reencar– gando siempre la seguridad de los reos. Amaneció el día siete, feliz y memorable que hará época en los fastos de la fidelidad incom– parable del Cusco, cuyos numerosos habitantes rebosando en ale– gría y contento, congregados según el distrito de sus parroquias en los lugares designados a este fin los pertenecientes a la M2!triz de españoles en el Convento de la Merced, se observaban los acae– cimientos sencillamente referidos en la: acta del número seis, en la que por no hacerla más difusa se omitieron otros incidentes de recuerdo que realzan la generosa docilidad y buena fe de los con– currentes justificando por sí propios sus operaciones y descubrien·

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