Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

70 MANUEL JESUS APARICIO VEGA siesen en libertad a los abogados Doctor Don Rafael Arellano y Don Manuel Borja, ladeándose pues el declarante para que pasase toda aquella gente que decía a voces y demostración de alegría: Viva la Constitución y salgan los presos, que hace más de veinti– cuatro horas no se les ha tomado confesión, ni se sabe su delito por intrigas del pícaro Becerra que tiene seducidos a los jueces: El declarante se unió de casualidad con el Regidor Doctor don Rude– cindo Vera para ver e inspeccionar desde el medio de la Plaza don– de existe el cuartel en el que estaban los presos desde cuyo puesto vieron a poco rato otra multitud de gente que con vítores a la Constitución y ademanes de alegría decían: Aquí viene la orden del señor Presidente para que salgan esos inocentes, la que entró en el cuartel, y a poco rato vieron que salió toda la multitud de la gente con muchos vivas a la Constitución, al Presidente, a la ciu– dad, y a los mismos que sacaban y conducían como el triunfo de la inocencia, favorecida por la Constitución al mismo señor Presi– dente que se hallaba en el expresado Convento, presidiendo la Jun– ta, y esperando las resultas de dichas sus órdenes. A cosa de medio cuarto de hora que el declarante esperó que se despojase la calle fue a la Junta en donde oyó muchas y repetidas voces, con las que la mayor parte del pueblo clamaba que eran inocentes, y que salían por fiadores de las intrigas, mala voluntad, y espíritu de venganza de los que los habían perseguido y perseguían, por sólo pedir el cumplimiento de la Constitución con la prontitud posible, y en su virtud el mismo pueblo junto salió por fiador de los dos, nombran– do a dos o tres individuos que no hizo alto el declarante, quienes eran para que formasen la fianza. En este estado sosegado el pue' blo, y con la mayor quietud, sin haber ocurrido, ni siquiera un empujón de mala voluntad y todos con semblantes alegres, hacien– do paso para que las personas de distinción y sacerdotes pasasen a dar sus votos para los electores, pidiéndole el señor Teniente Asesor Doctor Don Pedro López de Segovia que se acercase a la mesa a dar el suyo, la respondió el declarante que antes de darlo, era necesario que se le satisfaciese como a sacerdote, las voces que había oído del señor Cura del Sagrario de la Catedral Doctor Don Juan de Mata Chacón y de su hermano el Diácono Don Mariano Chacón y Becerra, que se hallaban presentes, acriminando a los dos abogados que habían sido sueltos, en delitos sumamente cri– minales ante el muy ilustre señor Presidente, y todo el pueblo; pues debía saber ese señor Cura y los demás eclesiásticos que los sacer– dotes de Jesucristo, son ministros de paz y el pueblo los mantie– ne, no para que infamen, sino para que santifiquen y que ellos no·

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