Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

: . 72 MANUEL JESUS APARICIO VEGA gresía de Españoles de la Matriz congregada y precedida por el muy ilustre señor Presidente para proceder a la votación de los cinco electores, y por la multitud de gente que ocupaba el patio y los claustros bajos no siendo vocal por no ser de la Parroquia, su– bió a los altos por ver con más comodidad y advirtió que la multi– tud del pueblo pedía que saliesen los dos presos a votar en la elec– ción que si no salían no pasarían a votar, y que si no los soltaban ellos irían a sacarlos que por estar distante en dichos altos no pudo percibir la contestación del muy ilustre señor Presidente, y sólo oyó que el señor Teniente Asesor dijo a voz alta al pueblo, que no fuese cosa que manchasen con algún desacato el hermoso timbre de fidelísima que gozaba esta ciudad: Que dirigiesen sus solicitudes con el mayor respeto y veneración; que estaba allí la persona del muy ilustre señor Presidente, quien después de varias razones, que como llega dicho no percibió el declarante por la distancia en que se hallaba, dio orden por escrito al Capitán Don Felipe Eulate para que fuese a sacar dichos presos que lo fueron los abogados Doctor Don Rafael Ramírez de Arellano y Don Manuel Borja, a quienes vi– no conduciendo a dicho Convento la multitud del pueblo con mu– chas reclamaciones y luego que llegaron pidieron a voces los del mismo pueblo que saliese de allí el Doctor Don Juan Chacón y Be– cerra, que como Cura del Sagrario se hallaba presente: Que dichas voces contuvo con la mayor sagacidad dicho señor Teniente Ase– sor, expresando que debía estar allí el Cura, porque así lo mandaba la Constitución, y que como cristianos católicos debían respetar– los a cuyo razonamiento que con energía y dulzura lleno de pru– dencia se explicaba, sosegó el fervor del •pueblo, y al mismo tiempo el referido señor Teniente Asesor contuvo al Cura Doctor Becerra que quería retirarse, diciéndole: Que estuviese quieto. En este es– tado, hallándose el concurso sereno, se empezó la votación y a cosa de las doce del día se retiró el declarante a su casa de donde volvió a las tres o cuatro de la tarde, y halló que la congregación disfru– taba de igual serenidad y sosiego continuando sus votaciones: Que habiendo entrado el declarante a la celda del Reverendo Teran a rezar vísperas, y saliendo de allí para retirarse a su casa siendo poco antes de las nueve de la noche, al pasar por los claustros, oyó que ya se publicaba a los electores nombrados con las aclamaciones de: Viva el Rey. Viva la Constitución. Viva el señor Presidente. Viva la ciudad del Cusco. Que esta es la verdad so cargo del jura– mento que tiene hecho, y siéndole leída esta su declaración de prin– cipio a fin, se afirmó y.ratificó en ella; que no le comprenden las generales de ley, y Ja firmó con su merced por ante mí de que doy

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