Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

8Z MANUEL JESUS APARICIO VEGA bastantemente descompasado, porque hablaban tantos; en esto insistían todos, pidiendo sin cesar el que fuesen traídos los presos, sin embargo de que el citado señor Asesor con un modo sagaz, les procuraba serenar, precaviendo que se desmandasen en expresio– nes poco decorosas, sin conseguir el silencio en la demanda que continuaba en que saliesen los presos. Que en este punto, su Se– ñoría el muy ilustre señor Presidente, dejó que salgan, y entonces la mayor parte del pueblo sin esperar que esta orden se diese por escrito, lleno de alborozo y alegría pasó al cuartel a traer los pre– sos, y después de algún rato volvieron con ellos. Que en este in– termedio, o habiendo ya ido la mayor parte del pueblo como lleva 1 dicho el declarante, expidió por escrito su Señoría muy ilustre la orden de que saliesen los presos y mandó que ésta la llevase el señor Asesor, quien se escusó diciendo que por su cargo de Ase– sor no podía dejar de estar a su lado, y entonces se dio la comi– sión de llevar la orden al señor Tesorero Don Baltazar Villalonga en compañía del Capitán Don Felipe Eulate, y a poco de esto se presentaron en aquella Junta los dos presos, y luego uno en pos de otro, preguntando el pueblo cuál era su delito, dijo el Doctor Don Rafael Arellano que su delito era haber promovido que se publicasen las constituciones, y se cumpliesen, que por esto a in– flujos de malvados, su Señoría muy ilustre, cuya bondad, sanas intenciones protestó allí de contado había padecido aquella opre– sión, y no habiendo quien dijese cosa en contra, se le declaró ino– cente, y se le dio un certificado firmado por su Señoría de su inocencia, y que no tenía culpa que le optase el concurrir en su respectiva Parroquia con voz activa y pasiva a las elecciones pen– dientes, y se le mandó fuese a ellas. Habló inmediatamente el Doctor Don Manuel Borja y dijo en sustancia lo mismo que el Doctor Don Rafael Ramírez de Arellano, y en su consecuencia se le dio igual certificado, declarando su inocencia, voz activa y pa– siva y libertad de todo crimen. Concluido esto se serenó todo el pueblo, y procedieron tranquilamente con todo silencio a las elec– ciones de los electores, actos que duraron desde más de las doce del día hasta las nueve y media de la noche, sin que en este espa– cio de tiempo se hubiese oído ni un solo grito, ni voz descompasada en un pueblo tan numeroso. Que después que volvieron los que fueron a traer los presos a ocupar los puestos de donde se habían separado, oyó a varios de ellos que estuvieron al lado del de– clarante contar el modo con que habían salido los presos de su prisión, que queriendo algunos de los que fueron al cuartel sólo con la orden verbal del señor Presidente forzar las ventanas de los

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