Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

LA RI:VOLUCION DEL CUSCO DE 1814 21 nado desde luego mis deseos, porque teniendo en consideración lfl edad nonagenaria del Obispo y su abatida salud, ha opinado que no tanto la voluntad cuanto la fuerza y la opresión habían dirigido sus procedimientos, y porque esta misma causa debía in– ducirle (aunque en caso necesario precisarle) a nombrar un suje– to de mi satisfacción que ejerciese sus funciones como goberna– dor eclesiástico de esa Diócesis. Aprobado este voto (que en copia remito bajo el número 3), por parecerme el más arreglado y conveniente en las circunstan· c!as del Reino y haber coincidido con él la carta del Fiscal que comprende la copia número 1, encargué al propio muy Reverendo Arzobispo me indicase los individuos de aquel clero que a su jui– cio reuniesen las cualidades que se necesitaban para ejercer un ministerio tan delicado. Absuelto este paso, le dirigí al Obispo un oficio en que con la sagacidad posible le hiciese ver cuán im– portante era al servicio de ambas majestades el que nombrase un gobernador eclesiástico, que con todas sus facultades pudiese ex– pedir las laboriosas funciones para las que lo inhabilitaban sus años y dolencias, y a continuación le signifiqué los eclesiásticos que juzgaba aptos para aquella confianza, con arreglo al informe que me había dado el Arzobispo. Esta misma diligencia encargué al Presidente para que, usan– do la suavidad, inclinase el ánimo del Obispo a ejecutar dócilmen· te lo que se le insinuaba, y en efecto no fue infructuosa la medi– da, porque al fin después de una ligera resistencia se convino gus– toso aquel Prelado en elegir al Doctor Don Antonio de Bustaman· te, cura de Paucartambo (que había sido uno de los propuestos), y en seguida le expidió el nombramiento de gobernador de Ja dió– cesis sin restricción de facultades. Así parecían terminados Jos males que amagaban a aquella infeliz provincia por Ja ancianidad y débil constitución de su Pas– tor, pero el carácter intrigante y ambicioso del Arcediano de aque– lla Iglesia Don José Benito Concha y del Provisor Don Hermen& gi!do de la Vega, no podían ver con indiferencia extinguido el ab– s0luto poder que ejercían sobre el ánimo del Obispo, ni tolerar al frente del clero un sujeto de la fidelidad e incorruptible rec– titud del Doctor Bustamante y así, por sus particulares miras y mantener en lo posible la insubordinación y desorden, se confa– bularon con el Cabildo de aquella Catedral para oponerse a la r& cepción del Gobernador, pretendiendo que conforme a derecho debía ejercer el Cabildo dicho gobierno a falta de prelado, y aun

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