Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

28 MANUEL JESUS APARICIO VEGA los que los oprimían. Si al día siguiente después de haber dado este consuelo, a las Señoras Mujeres de los Presos, pasé al Cuar– tel, entre los señores Diputados por las Corporaciones al efecto de Ja extracción de Jos aprisionados, y después de nuevos ruegos pc:.r ellos, y de una detención tan larga, que duró hasta más de las tres de la tarde, por muchas circunstancias que mediaron, largas de referirse, habiéndose desaforado el traidor Mendoza e intenta· do consumar su sacrílega obra, con la total ruina de todos los que estábamos en una de las Salas del Cuartel con todos los Se– ñors Presos, salió furioso afuera, y alarmando Ja tropa, y la arti· Hería, que estaba cargada con bala rasa iba a darnos fuego, y sin duda lo hubiera hecho, en su imaginación, si yo posponiendo to– do temor, y saliendo precipitadamente en alcance suyo, abrazán– dolo, rogándolo, y persuadiéndolo, para que se aquietase y volviese a la Sala donde estábamos, no lo hubiese conseguido. Digan si es cierto que no falté en medio de estas turbulencias a ninguna Junta de Coroporaciones, dando siempre mi voto sobre lo que se trataba sujeto a la Ley, y a la razón oponiéndome a todo lo que se separase de esto e influyendo por la paz, la quietud y el orden como sucedió, cuando el rebelde José resolvió atacar al Se– ñor Picoaga en la goteras de Ja ciudad de Arequipa, para lo que 11amadas improvisadamente las Corporaciones por aquél, y hacien· do el papel de pedir parecer, sobre si convendría, o no la guerra, me opuse tenazmente a pesar de su prepotencia, y del mal modo con que me miraba a cada reflexión que le hacía en apoyo de mi oposición a que hubiese guerra, hasta llegarme a decir airado que yo era su espíritu de oposición; lo mismo que me dijo el Rebel– de Mateo Pumaccahua con amenaza el día que imitando a los Se– ñores Don Domingo Luis de Astete, y Juan Tomás Moscoso, me opuse a la graduación de Mariscal de Campo en que intentaban los Angulos colocarle como también en la Subdelegación de Cal– ca que quiso, y al fin obtuvo el expresado Pumacahua, sin embar· go de la oposición del Gobierno, Diputación Provincial y Cabildo. Digan si es cierto me interesé repetidas veces por el resto de Jos que quedaron presos, haciendo las más sumisas súplicas por todos ellos, especialmente por el Señor Don Antonio Subiaga, cu– yo pasaje presenció su esposa, por Don Pedro López de Segovia, por Don Ramón Castedo, por Don José Cáceres, a quien al fin conseguí sacarlo, a costa de no muy pocos pasos, y trabajos, ofre– déndome Angulo saldrían los demás dentro de pocos días, cuya tensión por más tiempo procedería de otras circunstancias que ig·

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