Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
530 MANUEL JllSUS APAR!C!O VEGA para tomar los refuerzos necesarios antes de descansar recibí otra de los de Urubamba pidiéndome auxilio porque los enemigos fue– rnn internados en el pueblo de Yucay, que distaba de allí tres le– gaas sin pérdida de tiempo volvimos al socorro, y los desbarata– mos sus designios con felicidad persiguiendo a los traidores en to– da la serranía de dicho pueblo de Yucay, siempre restaurando Ar– mas a pesar de aquellos secuaces llegando a horror el oir el eco de mis clarines. Destinado que fui por vuestro Comandante General de este Obispado Dn. Gabriel de Avilés, para los altos de Calca, Lamay y Pi~ac bajo del comando del Coronel don Isidro Gutiérrez, éste me ordenó en el pueblo de Coya, pasase yo por la línea del Cerro Ama– rococha, a encontrar en otro dominante llamado Panapunco, y pro– si;;uió dicho Coronel con toda su guarnición en derechura por la Qt.<ebrada del Pueblo de Pisac, al paraje del referido Panapunco, al c.ual antes de llegar a los altos de dicho cerro Je quitaron los re– beldes la vida, no menos que a un hermano suyo, y a otros oficia– les, quedando los demás sitiados y en términos de perder la vida, con cuya noticia aun estando yo en la fatiga de una fuerte batalla en el lugar de Amarococha esforzándola y derrotando a los contra– rios di socorro con mi gente, se vieron castigados con gloriosa vic– t<>ria, restauré las armas que habían recogido de muertos de nues– tra parte, conduje el cuerpo de los Gutiérrez a la Villa de Urubam– ba, para que se les diese sepultura, perdoné a los que clamaron arrepentidos e hice prisioneros a los renitentes. No bien concluí con estas fatigas me conduje a las inmedia– ciones de esta ciudad a la caja de agua y términos del cerro de ·Prccho cuando el vil Condorcanqui intentó poseer esta ciudad, y allí estuve en su socorro con mi gente por orden del mismo Co– mandante General Dn. Gabriel de Avilés, y en donde con Jos coro– neles Dn. Isidro Guisasola y Dn. Nicolás de Rosas, los del comer– cio y Gente plebeya dstrozamos a los rebeldes y a sus secuaces hr,.ciéndoles poner en fuga, y les recogí un cañón grande de arti– llería que llaman la Capitana con otros pertrechos de guerra que entregué al expresado Coronel Guisasola, con aplausos, y gracias qlie se me dieron. Asimismo y con orden de dicho Comandante General pasé a las expediciones de Caycay, Chaguatiri, Colquepata, Paucartambo y Lauramarca. En este lugar hallé a un Comandante del rebelde con oficinas y disposiciones donde daban muerte a los leales las que mandé desbaratar después de castigarle. En esta marcha y
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