Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco
158 LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 te no solo el Patio, sino los ocho ángulos altos y bajos que lo ador– nan, sin que quedasen libres ni las comizas; y hallándose ya apun– to de continuar el M. I. S. Presidente su votación, oyó el decla– rante una general voz que al principio no entendíó a que se redu– cía; pero que con la repetición uniforme entendió que pedía el Pueblo todo la libertad de los dos Abogados que se hallaban pre– sos en el Cuartel, instando mucho por ·ella; que el Señor Presiden– te se negó apoyado de su Asesor de Gobierno que estaba a su lado, diciendo dicho Asesor D. Pedro López de Segovia al Pueblo por varias veces que no tenía facultad para aquello; que no obstante instaba el Pueblo protestando no proceder a votación mientras no se realizaba la libertad de los dos citados Abogados, (f. 8) en cu-1 yo estado echando de ver el Jefe por una parte la tenacidad del Pueblo, y por otra las súplicas de los señores Asesor y Dr. Dn. Se– bastián de la Palisa que deseaban evitar todo desorden y tranqui– lizar el ardor con que el Pueblo pedía la dicha libertad sin faltar– le por eso en lo menor al respeto debido al Jefe, accedió éste bajo de la oferta que hizo el mismo Pueblo de salir por fiador de aque– llos dos individuos, de tal manera que habiéndose otorgado la fian 4 za por medio de voleto, con consentimiento del M. I. S. Presiden– te, y firmándose por tres individuos de representación, leída que fue al Pueblo la repugnó, pidiendo se pusiese otra porque aquella no contenía la cláusula de ser fiador todo el Público, en cuya re– presentación firmaron los tres. Que viendo estas dilaciones la ma– yor parte del concurso salió atropelladamente por la portería del dicho Convento, y según supo el declarante después que quedó casi despejado el Patio, que la vista de aquellos había sido al Cuar– tel, en cuyo instante pasó el declarante al lado de su Jefe a infor– marle de esta noticia con el fin de que se evitase cualesquier grave acontecimiento, y que entonces vió que llamado el Capitán Dn. Fe– lipe Eulate, recibió del señor Presidente la orden por escrito para la libertad de los dos presos, con la que pasó inmediatamente. Que así mismo supo después el declarante que el Pueblo agolpado al Cuartel no hizo la menor novedad, ni trató de otra cosa que la de sacar aquellos dos individuos de sus calabozos, quienes no que– riendo salir mientras no viesen orden del Superior, obligaron con su resistencia a que hubiesen roto uno que otro balaustre de una ventana algunos de los que fueron a sacarlos, que en este acto lle– gó la dicha orden y entonces prestando su obedecimiento salieron, y se condujeron al patio de la Merced, donde el señor Presidente mostró caridad, y gozo (f. 8 v.) de verlos, y aquellos rindiéndole
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