Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

178 LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 que fue el 18 de marzo último, quienes intentando entrar al si– guiente en ella temieron a la plebe, y no lo ejecutaron hasta el 20 inmediato en que dos de ellos con más de cien secuaces armados. una pieza de artillería y como treinta a caballo penetraron hasta el centro gritando Viva la Patria; pero rechazados con la mayor intrepidez con solo las poderosas armas de Viva el Rey, pues no había otra sino algunos cañones de pequeño calibre y cinco o seis escopetas, vencieron a los rebeldes, y cayeron las murallas de su osadía y atrevimiento, como las de Jericó al son de las trompetas, y tan de golpe que se pusieron en precipitada fuga, en la que fue– ron aprehendidos ya por órdenes del Gobernador, ya por el em– peño con que los siguieron muchos que no las tenían, y apresados a los dos días fueron conducidos a la capital, custodiados de más de tres mil indios, en la que perecieron en el patíbulo. No quiso Dios que la América del Sur se perdiese, como in– faliblemente hubiera sucedido, si el invicto general Ramirez no parase tan completamente la acción. No hay cosa en que no se hubiese visto por demostración la poderosa protección de la Pro– videncia del Señor de los ejércitos: todo fue continuado portento de la grandeza de su inefable bondad. No permitió que se des– hiciese el trabajo que impendieron los gloriosos Progenitores de V.M., ni las inmensas sumas de oro y plata que emplearon en plan– tificar la fe y la religión santa, fabricando catedrales y multitud de templos, erigiendo obispos, remitiendo operarios que plantasen la semilla del evangelio santo, y que catequizasen a tanta multitud de idólatras; y estando S .M. divina por nosotros ¿ quién sería (f. 42) capaz de contrarrestarnos? Tan solo así podía haber escapado nuestra vida de los re– petidos crueles decretos dados y notificados contra ella; pero el cúmulo de trabajos, tribulaciones, ultrajes, desdicha y ruina en que nos pusieron los traidores, lo damos por bien empleado, por ceder en obsequio del Ser Supremo, de la Religión Santa, y del mejor de los Soberanos de la tierra; de nuestro adorado, llorado y suspirado monarca, que enseñó desde su niñez a sus afortunados vasallos el camino de padecer por ellos, sufriendo prisiones, des– precios, ultrajes a su Augusta Real Persona, desposeído de su tro– no, sujeto a los rigores del mayor Tirano del mundo, y nos ense– ñó también el de vencer, como con el favor de Dios lo hemos con– seguido, para ofrecer de nuevo nuestras personas y milagrosa exis– tencia a los Reales Pies de V.M. , bien persuadidos a que la volun-

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