Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco
denes de Goyeneche, para combatir a los ejércitos porteños de Bar– caree y Castelli 2 • Por lo demás acreditado está que muchos indios ayudaron a la reacción realista del año 15, contribuyendo al defini– tivo fracaso de la revolución. Al final, después de la batalla de Umachiri no fue necesaria la intervención de Ramírez en el Cuzco, pudiendo decirse que el posterior desplazamiento de sus tropas hasta esta ciudad fue un viaje triunfal. Todos reaccionaron a favor de la causa del rey, y, luego, después de abril de 1815, tras los reajustes administrativos y la aplicación de las sanciones exigidas por las circunstancias, to– do volvió a la normalidad. Para terminar creemos que los historiadores deberían medi– tar sobre las consecuencias que, para la causa de la independencia, tuvo la decisiva batalla de Umachiri. Estamos seguros de no exa– gerar cuando pensamos que ellas fueron graves, en tal medida que anuló prácticamente la iniciativa peruana nacida con vigor inigua– lado la noche del 3 de agosto de 1814. Después, ningún movimien– to de carácter genuinamente nacional había de producirse en el país, y en el Cuzco -donde antes habían proliferado los revolucio– narios más resueltos a terminar con el caduco régimen colonial– nunca más se volvió a hablar de independencia. La fracasada )' breve intentona de Lavín, fue obra de un argentino que no tuvo adherentes ni opinión a su favor. Y, lo que fue peor, a partir del 31 de diciembre de 1821, la ciudad de los Incas llegó a convertirse en sede virreinal y capital de la última fracción de territorio perua– no que mantuvieron en su pode¡- los españoles. Aquí, el virrey La Serna, desde su retiro de Yucay, forjó la formidable maquinaria bélica que detuvo todos los avances patriotas derrotando a los ejércitos independientes en las batallas de Macacona, Torata, Mo– quegua y la segunda campaña de Intermedios, hasta el año de 1824. Algo más: sólo en el Cuzco y desde el Cuzco pudo el virrey alcanzar el milagro de los ingentes materiales que reunió para volcarlos en las finales y decisivas campañas de Junín y Ayacucho. Después de Umachiri, época en que el pueblo del Cuzco, ol– vidado de sus pasajeros apasionamientos libertarios, convirtió a la ciudad en "fidelísima", tal como reza uno de sus más calificados 2. Resulta curioso que entre esas tropas cuzqueñas se hallara nada menos que un hijo de José Angulo llamado Mariano, el mismo que, no obstan– te haberse mostrado reiteradamente contrario a su padre y leal servidor del rey, fue sacrificado años después por las inéomprensivas autorida– des de la represión, XIX
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