Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco
LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 203 so como se comprueba por los documentos de Jura que también van insertos. Aunque mirando con prudencia me manejé con pa– sos lentos, pero dí cuenta a Vuesencia con testimonio de lo obrado por vía reservada, y por la misma Vuesencia me facultó el que a los cabezas los remitiese con el proceso presos a esa capital. Sobre– vino la elección de vocales para nombramiento de Alcaldes y Re– gidores el día siete de febrero del presente año: aquellos ya acau– dillados por Arellano e interesados en ser Regidores y Procurado– res Síndicos lograron la coyuntura de estar la plebe juntada en el convento de la Merced para descubrir su premeditación; y así fue que vulnerando mi autoridad, y aún la del párroco Cura que en cumplimiento del artículo cuarenta y seis de la Constitución asis– tía, se me enrrostraron don Domingo Rosas, don Juan José de Olañeta y otros muchos pidiendo soltura de los reos, porque con– cebían eran inocentes, viendo aquel tumulto en que ya mi auto– ridad se hollaba, me ví comprometido a hacer lo que aquellos ape– tecían, firmando el papel de soltura, que me pusieron a la mano, más antes pasaron a forzar el cuartel general, según advertirá Vue– sencia del parte que acompaño, y del papel de fianza que hicieron los que se manifestaron más interesados; de esta suerte se hizo la votación de electores de la Parroquia Matriz de los Españoles, siendo así que en las demás Parroquias no hubo alboroto alguno. Este suceso evité poner en noticia de Vuesencia porque los mismos señores de esta Real Audiencia, con cuyo parecer y con– sulta me conducía, me estorbaron para que. después oportunamen– te le informase remitiéndole estos autos como lo hago ahora. Advertía que la ansia de los nombrados electores era hacer Alcal– des y Procuradores Síndicos a aquellos que eran aparentes a sus designios, y fomentar la inquietud que ya se descubría proyectado por ellos mismos; y cuando conocía que el resto del pueblo era inocente, y no era posible que esta ciudad tal leal y fiel, cuyos hi– jos estaban actualmente en el Alto Perú defendiendo la Real po– testad manchase su buena reputación, me apliqué a la prudencia, humildad, abatimiento y aun desprecio hasta lograr su quietud, y también que los mismos delincuentes ocurriesen a sorprender a la rectitud de Vuesencia maculando mi conducta y la de aquellos inocentes y fieles vecinos que me servían como subalternos del Gobierno respetando mi autoridad; porque el fin de los citados ciudadanos era dejarme sin un escribiente solo que me aliviase en el trabajo; así han sufrido injurias, agravios, amenazas estos
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