Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 209 Torre y Salas, al regidor don Narciso López de Neyra, se confor– maron con los propuestos el Venerable Dean y Cabildo, el Ilustre Ayuntamiento Constitucional, pero como manifestase desagrado el señor Comandante don José Angulo, expresando que esa general conformidad no era adoptable como costumbre antigua de las Juntas, por un efecto de adulación, siendo más constante exponer cada uno con franqueza su parecer, tomó la palabra el señor Me– nendez y propuso para uno de los individuos .al señor Mariscal de Campo don Francisco de Picoaga, por quien aseguró el señor Co– mandante que no era del agrado del pueblo como que podía en el ac– to informarse el congreso a que resistió satisfecho de su palabra. En conclusión resultaron electos y nombrados el señor Oidor don Ma– nuel Vidaurre, el señor Coronel don Luis Astete, y el abogado doctor don Toribio de la Torre y Salas, y se resolvió se les oficiase con la mayor prontitud para que al día siguiente a las nueve de la maña– na se personasen a tomar sus cargos, y prestar el debido jura– mento encargando al Secretario del Cabildo se sirviese sentar la acta de este día o al menos tomar los apuntes de todo lo tratado. Durante esta diligencia aprovechó el tiempo el recomenda– ble señor Diputado doctor don Sebastián de la Palisa suplicando con prudencia y energía al señor Comandante de Armas, y a don Manuel Hurtado de Mendoza, por el perdón general de todos los que se hallaban detenidos en el cuartel. Las corporaciones convi– nieron en esta benéfica obra, y ninguno omitió influir, con razo– nes y expresiones nacidas de lo íntimo de sus corazones; contestó el primero generosamente, repitiendo que su objeto era arreglar– se a la sabia Constitución, que estaban perdonados, y que saldrían, instalado el Gobierno o Junta sin novedad alguna; pero que los denunciantes don José Cáceres, don Mariano Zuvizarreta y don Mariano Arriaga era preciso que pagasen su ·delito, como causantes del terrible estrago de la noche del cinco de noviembre último, así como él estaba pronto a sufrir la pena correspondiente probada la falsa denuncia de aquellos. Tomó la voz don Manuel Hurtado de Mendoza y dijo: que nada importaba que muriesen dos o tres, si se habían de salvar muchas vidas; hizo relación de sus padecimien– tos en la prisión dilatada de sus trabajos y miserias de la arbitra– riedad, y despotismo de las autoridades y del mal irremediable que causaron los denunciantes, esa lamentable noche del cinco de no– viembre en que el cuartel asaltó a un pueblo inocente. El señor Palisa interrumpió sus expresiones, haciéndole presente que estas miras eran sanguinarias e incompatibles con la Religión y Huma-

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