Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 227 ción de los enemigos por el camino real, y un pequeño tiroteo de una guerrilla nuestra al mando del sargento mayor Anglada, con sus avanzadas. Varios emigrados que se presentaron en este pueblo, pro– cedentes de la misma ciudad, de la que habían salido aquel día al abrigo de la guarnición, aseguraron que ésta, reunida ya a la vanguardia quedaba replegada cinco leguas más acá en el pun– to de la Ventilla; y habiéndolo confirmado en su inmediato par– te el mismo Sarabia, se le previno que observando los movimien– tos del enemigo, y evitando todo ataque formal, se mantuviese allí, esperando nuestra reunión. A las cinco de la mañana del día siguiente 1 '! de Noviembre, se puso el ejército en movimiento, y antes de las doce, con 7 le– guas de marcha, se reunió en la Ventilla a la vanguardia, que re– cibió al general con un sincero júbilo y las más expresivas acla– maciones. Reconocido el terreno, se situó el campo con to– das las precauciones que exigía la inmediación de los enemigos que se dejaban divisar al frente, situados en unas rancherías, como a dos leguas de distancia. Destacáronse algunas partidas que reconociesen más de cer– ca su posición y movimientos, y colocándose en el campo las avan– zadas precisas para evitar toda sorpresa, se dió a la tropa el des– canso de que necesitaba después de una marcha casi no interrumpi– da, de más de 170 leguas, y en vísperas de un ataque. Habíase propuesto el general buscar a los rebeldes en el in– mediato día 2 de Noviembre, y con este fin en el mayor silencio se levantó el campo antes del amanecer y se formó la tropa al rayar la aurora; pero se reconoció luego que aquellos se habían retirado, con cuyo motivo se tomó la dirección del Alto de La Paz. Rompieron la marcha nuestras guerrillas a distancia pro– porcionada para descubrir el terreno y proteger los costados, y siguió nuestro pequeño ejército en tres columnas con los claros necesarios para desplegar en batalla; cuatro piezas, escoltadas por la caballería a su cabeza; el batallón del general a retaguardia con otras dos; y a muy corta distancia los equipajes y emigrados, cus– todiados por dos partidas de infantería. Como a las cuatro leguas de marcha enfrente del pueblo de Achocalla estaba la tropa haciendo un pequeño descanso, cuando el comandante de la guerrilla izquierda dió aviso de tener a la vis– ta alguna caballería enemiga: ordenósele que la atacase y persi-

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