Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

228 LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 guiese, y avanzando nosotros un corto trecho, descubrimos luego todo el grueso de los enemigos. Estaban estos formados a nuestro frente en tres líneas de fondo, en un terreno superior al que llevaba nuestro ejército: ha– bían colocado cinco piezas de 4 en la primera, y dos de a 2 en la segunda: tenían su izquierda apoyada sobre la cortadura o gran barranco que forma el Alto de La Paz, y su espalda sostenida por los cerros de Chacaltaya. Sobre una pequeña loma avanzada a su derecha habían colocado un cuerpo numeroso de infantería de todas armas y de una formación irregular en semicuadro con dos culebrinas de a 6, y una pieza de a 2, y en la misma banda, amagando envolver nuestra izquierda y retaguardia se dej.aban ver varios trozos y partidas de caballería. Estaba el sol en su mayor altura cuando reconoció el ge– neral la posición enemiga; y calculando que sobraba día para instante desplegar las tres columnas, y formando una sóla línea, instante desplegar las tres columnas, y formando una sóla línea, colocado también el batallón de su nombre en el centro, reco– rrió rápidamente las filas, éxortando a oficiales y soldados a no desmentir en esta ocasión el valor y fidelidad que tenían tan acre– ditada. Hízoles presentes la atroz e infame conducta de los insur– gentes; púsoles delante la pálida imágen de su mismo país des– truído y degradado con sus . livianos y sangrientos hechos: recor– dóles el juramento religioso con que habían prometido defender las banderas y derechos del rey hasta derramar la última gota de sangre; y sin detenerse mucho en ponderar la cobardía y debili– dad de los traidores, concluyó anunciándoles una pronta y com– pleta victoria, y ofreciéndoles todo el botín y los premios a que cada uno se hiciese acreedor. Contestó el ejército a un sólo impulso con el más exaltado entusiasmo, y poblando el aire de las alegres voces de Viva el rey, viva el general, mueran los rebeldes, siguió marchando en la mis– ma dirección y luego que nos aproximamos se montó la artille– ría y se colocó el general a la derecha, el coronel Sarabia a la iz– quierda, y el coronel Bernardo en el centro, cargando nuestras guerrillas sobre la caballería enemiga. Ya su fuego de artillería y especialmente el de las culebri– nas nos incomodaba y sacrificaba alguna gente, sin que la nuestra pu– diese avanzar por lo pendiente y pesado del camino, a pesar de las repetidas órdenes del general; pero habiéndose al fin logrado •

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