Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

• tA REVOttJCION DEL CUZCO DE 1814 229 colocar tres piezas, se hicieron algunos tiros, y sin más detención, dando la linea un pequeño cuarto de conversión sobre su derecha, rompió sobre ellos con un fuego de fusil tan vivo y bien dirigido, que en corto rato comenzaron a ceder terreno. Redobló enton– ces la tropa el paso y el coraje; y cerrando con ellos a la vez de viva el rey, se hechó sobre su campamento, tomándoles toda su artillería, y persiguiéndoles en su precipitada fuga sobre más de una legua. La falta de caballería hizo que escapasen los más, y entre ellos los caudillos Pinelo y Muñecas, a quienes infructuosamente dieron caza algunos oficiales nuestros montados. Según las declaraciones de los prisioneros había reunido el enemigo como 4 mil horribres de todas armas: los 500 disciplinados de fusil, y los restantes de honda, macana y lanza, con 400 a 500 de caballería con estas mismas armas y alguna que otra carabina. Dejó en nuestro ·poder su campo que se abandonó a la tropa, co– mo se le había ofrecido, menos los efectos de guerra: su artille– ría compuesta de las diez piezas ya expresadas, 150 fusiles, 108 prisioneros, y tendidos en el campo considerable número de muer– tos. El sargento mayor Anglada presentó al general una ban– dera que se les había tomado también: y reconocida por el regi– miento número primero, por ser la que tenía en su capital del Cuz– co, se le restituyó inmediatamente, para que el mismo la condu– jese a aquella ciudad en donde debería conservarse con una ins– cripción que acreditase a la posteridad la lealtad y constancia de este distinguido cuerpo que posponiendo todas las relaciones del paisanaje, de la amistad y aún de la sangre a su honor y deber, se había batido con un denuedo y firmeza, sin duda no esperados de nuestros enemigos: golpe que por sí solo debía producir los efec– tos más grandes, y que desde luego bastaba a suspender la opinión pública y variar el aspecto de las cosas. Se había hecho sentir la sed demasiado con la fatiga de la jornada y absoluta falta de agua, y en esta consideración quedan– do aún suficiente día pasó el ejército a acamparse a la inmedia– ción de La Paz en la falda de su mismo alto. A las seis de la mañana del siguiente día 3 se hizo una salva general en celebración de nuestra victoria, y se dirigie– ron partes de ella al señor general en jefe, y a los gobiernos y autoridades de la carrera, y también de la costa, para mantener a los pueblos en el debido respeto a las armas del rey, y convencer-

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