Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

230 LA RE.VOUJCION bEL CUZCO úE 1814 les de los débiles aunque demasiados funestos esfuerzos de los re– volucionarios: y habiéndose aseado la tropa conforme a su situa– ción, entró el ejército en La Paz formando en columna a las nueve. Salieron varios vecinos y eclesiásticos honrados a recibirle y no se dejaban de advertir también algunos semblantes en la comitiva, entre los que andaba dudoso el temor cqn el respeto. Había en las calles quien prorrumpiese en vivas y aclama– ciones por el rey y general, y no faltaba quien repitiese estos salu– dos desde las ventanas y balcones. En este orden se llegó hasta la plaza mayor y formando un cuadro; conociendo el general la altivez y desenfreno de aquella plebe y la ninguna consideración que merecía por sus horrorosos excesos, dió la orden de que ningún individuo del ejército saliese del cuartel sin sable o bayoneta, y en caso de ser insultado contu– viese por sí mismo a cualquier atrevido sin distinción. Providen– cia a primera vista un poco severa, pero en realidad muy necesa– ria en aquellas circunstancias. Entre los prisioneros se habían hecho varios naturales de la misma Paz, y de ellos fueron sobre la marcha sorteados y pasa– dos por las armas cinco. Convenía seguir los pasos a los rebeldes y no dejarlos res– pirar; pero era aún más urgente establecer el orden, colectar al– gunos fondos y dar vitalidad y movimiento a aquel exánime y pa– ralizado cuerpo civil, había perecido lo mejor de su vecindario: estaba el resto, parte receloso y parte amedrentado; vacías las ca– jas públicas: disuelto su ayuntamiento: la plebe dispersa impune y confundida en su misma oscuridad, y todo ofrecía dudas, cuida– dos y dificultades . Dispuso el general que el comandante Sarabia saliese el 5 con el primer objeto al pueblo de Laja a 6 leguas de distancia y esperase allí sus órdenes, y se dedicó a expedir sin perder tiempo las demás que llamaban su atención. Instaba el nombramiento de un gobernador de confianza, celoso y activo, que fuese capaz de mantener la ciudad y provincia en sociego, sacando recursos de ella misma, por la muy corta guar– nición que debía quedar. Con este concepto entregó el mando al teniente coronel de Ejército D. José Landavere, sujeto de probidad y de honor acreditados; y con su acuerdo se organizó el ayunta– miento, colocando en él a aquellos vecinos que se graduaron más aptos para ayudarle en tan espinosas circunstancias.

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