Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

236 LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 ción para sus ascensos, como si se hubiese dado una batalla y con– seguido una completa victoria. El 7 continuamos la marcha por el camino real de Arequipa, y habiendo hecho un pequeño descanso en Chilligua, de donde ya se había desenterrado 4 piezas .con sus cureñas con algunos cajo– nes de pertrechos, dejando una partida gruesa que concluyese la operación, se reunieron las demás que habían salido el día antes y avanzam·os hasta _Chilligua chico, habiendo hecho como 5 leguas este día. En él se presentaron varios individuos procedentes de la ciudad de Arequipa, y también recibió el general un oficio muy atento de su ayuntamiento en que, al mismo tiempo que le daba las gracias por haber liberado con su aproximación del duro yu– go y violencia de los insurgente~, le manifestaba la buena dispo– sición de su vecindario para recibir el ejército. Se supo que, luego que en aquella ciudad se habían cercio– rado de · la superioridad de las armas del rey, y de la precipitada retirada de aquellos, se había formado, por un impulso general y común, una especie de contra-revolución, y prendiendo a algunos facciosos de los más declarados, entre ellos a varios eclE;siásticos seductores, que habían venido con los caudillos Pumaccahua y Angulo, los habían puesto en seguridad a disposición del general, quedando la población quieta y en su antiguo orden. Al evacuar los rebeldes Arequipa habían llevado consigo a los ilustres presos Picoaga, Moscoso y Valle, con algunos otros particulares; habiendo redimido su libertad el distinguido briga– dier D. Mateo Casio, y el teniente coronel D. José Menaut por más de 20 mil pesos, cuya cantidad con otras sumas más crecidas, pro– cedentes de sus rapiñas habían asegurado y despachado con anti– cipación a los pueblos del Callao, siendo su objeto hacer con él y en toda la provincia del Cuzco una leva general y recolección de armas, para resistir y dar un golpe decisivo a las tropas del rey. Avanzó el ejército el 8 hasta Cangalla 6 leguas más adelan– te, y en este punto salieron a felicitar al general varias personas de distinción, así de Arequipa como de los emigrados de otras provincias sublevadas que se habían refugiado en ella; y el 9 se rompió la marcha con dirección a la ciudad, distante · solo 4, ha– biendo la misma auxiliado al ejército con oficiosa voluntad con muchas mulas y bagajes. Presentóse luego a la vista su hermosa y dilatada campiña, poblada de un inmenso y alegre gentío, entre el cual y mil festi– vas aclamaciones marchó la tropa hasta la inmediación de la ciu-

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