Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

• 238 LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 blado, y lo restante por un país insurgente y rodeado de enemigos_. sobre sumamente fatigada venía descalza y desnuda, y las armas y el tren no había padecido menos. Aunque Arequipa se hallaba restituída a su antiguo orden, la mayor parte de su provincia y casi todos los partidos estaban revueltos, y en manifiesta conmoción. No era posible subdividir nuestro pequeño ejército, y la índole de aquellos habitantes inspiraba por otra parte esperanzas de poder ser reducidos sin tocar los extremos de la severidad y de la fuerza; en su consecuencia se expidieron y circularon, por medio de comisionados sagaces y seguros, las órdenes y procla– mas convenientes; y produjeron tan buen efecto que no sólo vol– vieron sobre sus pasos los pueblos alucinados, sino que en gene– ral se apoderaron de los caudillos, y con sus armas y principales secuases los iban remitiendo a la ciudad. Entre tanto se formaba la maestranza de armería y carpin– tería para la refacción de armas y parque; y sin perder tiempo se puso también la mano en los uniformes y calzado de la tropa, to– mando los paños y demás efectos de la primera calidad, así por la escasez de los de segunda como por ser ella muy acreedora a esta distinción y preferencia por sus importantes servicios. Formóse también con algunos veteranos del ejército y bue– na caballería de Arequipa un cuerpo de 250 hombres y se le desti– nó a las cabeceras de Caylloma, para que observando los movimien– tos y operaciones de los rebeldes que infestaban aquellas inmedia– ciones, contuviese al mismo tiempo a los Chuquibambas, únicos en toda la provincia que se mantenían por ellos; y con igual pronti– tud se dió principio al alistamiento y disciplina de algunas com– pañías que a la salida del ejército guarneciesen la ciudad. En medio de la lenidad y dulzura adoptadas en esta ciudad, creyó el general conveniente también que, habiendo sido por es– pacio de más de un mes el teatro de las violencias y atentados de los insurgentes, viesen sus habitantes que aún ejercían las leyes su severo y respetable imperio con los incorregibles y obstinados. Con este objeto, habiendo sido presos el reincidente y con– tumaz revolucionario José Astete, y el parricida José Chirveches con otros varios delincuentes de menos gravedad, fueron los dos primeros juzgados y condenados a muerte por la comisión militar, y se les ejecutó sobre la marcha, remitiéndose los demás con sus causas y condenas a disposición del Excmo. señor virrey .

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx