Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 241 nieve: estaba todo el piso cubierto de esta y si alguna vez se des– cubría el sol por un corto rato, ocasionaba con su reflejo y los va– pores que exhalaba la tierra un dolor tan vehemente y agudo en los ojos, que apuraba el sufrimiento y paciencia de los más veteranos. Doblóse el 19 la pendiente cuesta de Lagunillas, habiendo empleado la mayor parte del día en subir casi a mano el parque y equipajes, por las frecuentes caídas de las bestias de carga en su gredoso piso; y descendiendo el ejército por la quebrada de la Compuerta, hizo alto en el ingenio de S. Ramón, apostándose la guerrilla a corta distancia en Santa Lucía; y el 20 siguiente acam– pamos en el inmediato de las Maravillas. El terreno por donde debía dirigirse la marcha en busca del enemigo está inmediato a las faldas de la cordillera, cuyas copio– sas vertientes unidas a las excesivas aguas que en esta estación son tan frecuentes en el Perú, forman a cada paso una porción de esteros y arroyos que hacen el camino intransitable. Para vencer esta dificultad y aliviar a la tropa, dispuso el general, dando él primero ejemplo, que en estos casos se desmon– tasen los jefes y oficiales, y pasase aquella sucesivamente, con cuya providencia, aunque con alguna detención, llegó el ejército a Tayataya menos fatigado. Aquí recibió el general un expreso del intendente de Puno con dos cartas fidedignas que daban razón de la situación de los enemigos. En su vista resolvió aproximarse a ellos lo más breve posible, intentando con este objeto desguazar el río de Cabanilla que teníamos al frente y nos impedía el paso. Reconocióle perso– nalmente muy temprano; mandó al cauce principal varias san– grías, pero no encontrándole sin embargo vado, dirigimos la mar– cha al pueblo de Cabana, donde hicimos alto. Amaneció el 23 muy despejado y sereno y se destinó para que descansando la tropa de las fatigas de la Cordillera, lo ocupa– se en secar su ropa y limpiar las armas cuya revista pasó por sí mismo el general, hallándolas todas a su satisfacción. El 24 salió el teniente coronel Alcón para la capital de Pu– no, a fin de conducir a la caja militar el numerario existente, y el ejército continuó su marcha con dirección a las balsas de Juliaca, pero a poco más de una legua de camino observó el general que el río se dividía en cinco brazos; mandó reconocerle y hallando un vado sobre firme, aunque bastante profundo, ordenó que se dis– pusiese la tropa para pasarle por compañías. Rompió la primera con su acostumbrado denuedo, la primera del primer regimiento, cortando su corriente con el agua hasta el pecho, y siguiendo las

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