Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 245 quietud, y que todos fuesen tranquilos y satisfechos, con la sere– nidad y presencia de ánimo de su general, persuadidos que nada podía sucederles adverso, siendo guiados por su valor y experien– cia. Así marchamos 4 leguas, y acampamos en la estancia de Ta– cañaqui. Los insurgentes estuvieron todo el día en un continuo mo– vimiento, y recibiendo repetidos refuerzos por el camino de Santa Rosa; antes de la oración formaron tres campamentos a nuestra vista: uno al frente al mando de Pumaccahua; otro al de Vicente Angulo en la rinconada de Chuquibamba, y el tercero al de Bejar cerca del pueblo de Ayaviri. A las dos de la mañana vimos un tiro de cañón del campa– mento de Angulo que sin duda le levantó a esa hora; hicímqslo nosotros como a las seis, y habiendo andado como tres leguas re– costándonos siempre sobre Umachiri, descubrimos sus altos y di• visamos en ellos varios grupos de caballería, y un grueso mayor en el último y más inmediato al pueblo. Reforzó el general la guerrilla con los dragones de Tinta para que los desalojasen; y se verificó con un corto tiroteo, reti– rándose los enemigos a las bandas opuestas del río de Umachiri; allí volvió a empeñarse con nuestra guerrilla, y habiéndosele ren– nido otras partidas considerables, se destacó por nosotros una compañía de fusileros, con lo que dejaron libre el campo y pudo el ejército pasar el río sin peligro aunque con alguna detención, por llevar bastante agua y tener un fondo cenagoso. Luego que lo verificamos y doblamos otra gran loma que teníamos al frente, descubrimos el caudaloso río de Cupi, y en ban– da opuesta la innumerable multitud de los rebeldes, que calculan– do como prácticos, que íbamos a recalar allí, se habían adelanta– do, y quisieron hacer alarde con todas sus fuerzas reunidas. Estaban situados en una gran llanura en la orilla del expre– sado río, apoyado por las serranías inmediatas, y formando una línea dilatadísima, en que según las declaraciones de los prisione– ros, y singularmente de su auditor de guerra, tendrían sobre 30 mil hombres: entre ellos 800 de fusil, y los demás de a pie y de a caballo con hondas macanas, lanzas y algunas pistolas y sables. A su frente habían colocado sobre 40 piezas de diversos ca– libres, y no les faltaba muy buenos artilleros que las sirviesen. de los mismos desertores que habían sido disciplinados desde el principio de la guerra en nuestro ejército del Perú: circunstancia que concurría también en su infantería de fusil, componiéndose

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