Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

250 LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 caudillos insurgentes, tan cobardes e infames en la acción como atroces y sanginarios en la maldad. Por general que fuese la tendencia e inclinación de los pue– blos hacia su sistema, es preciso confesar que el exceso de las inauditas acciones que estos hombres inmorales cometieron desde sus primeros pasos, había arredrado a no pocos individuos, y con– vencido a lo más que la revolución y la guerra se dirigía contra todos los que tienen que perder; no habiendo ninguno, por corrom– pido que tenga el corazón, que no palpe la necesidad de sostener el gobierno legítimo, y con él su existencia y sus propiedades. Verdad eterna acreditada en la triste y amarga experiencia de seis años y que hará siempre estériles e infructuosos en el Perú todos los esfuerzos y planes de los revoltosos incompatibles con su situación, e irrealizables entre la diversidad de castas que le habi– tan y entre los opuestos intereses que animan a cada una de ellas: siendo evidente por más que no quiera conocerse ni confesarse, que si por algún tiempo prevaleciese la multitud rompiendo enteramen– te el freno que la contiene, y perdiéndose el equilibrio: la primera clase y la más distinguida y arraigada, tanto en la sierra como en la costa, recibiría necesariamente la ley de las demás que hoy la sirven y contribuyen a su esplendor; y sucumbiendo y degradán– dose más y más de día en día, vendría al fin a ser en un corto pe– riodo primero el juguete y después el ludibrio y la víctima de las mismas a quienes ha dominado hasta aquí; y a las que tan como inconsideradamente no han temido alarmar los alucinados o frené– ticos partidarios de la revolución. El 13 continuamos nuestra marcha con dirección a la capi– tal del Cuzco, y sin ocurrir novedad llegamos el 14 a la inmedia– ción de la cordillera, en donde acampamos, y recibió el general un expreso con la noticia de haber sido descubierto y aprendido en su fuga por los de Sicuani el rebelde y desnaturalizado Pumacca– hua, habiéndoseles escapado de las manos su compañero Angulo. En su vista despachó el general la guerrilla y dragones de Tin– ta para que se encargasen de su persona, y le condujesen con to– da seguridad, haciendo a su comandante las prevenciones necesa– rias. A las seis de la mañana del siguiente 15, avisó éste hallarse co– mo a una legua de distancia con el reo, a quien recibió el general con la humanidad propia de su carácter, encargando a la tropa igual consideración interín se le sustanciaba su causa y era juzgado con– forme a las leyes.

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