Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 253 llos caudillos y generales muy conocidos en la revolución, y éste uno de los más empeñados conspiradores. En el furor de su frenesí y loca confianza habían los insur– gentes pasado limpiamente por las armas al esclarecido mariscal de campo don Francisco Picoaga, y al valiente teniente coronel don José Gabriel Moscoso, gobernador intendente de la provincia de Arequipa: ambos prisioneros, como ya dijimos, en la acción del 10 de Noviembre en Cangallo, y los dos de los más distinguidos y más fieles servidores que el Rey ha tenido en esta América. Quiso el general honrar las respetables cenizas de estos dos héroes e ilustres mártires de la lealtad y del honor, y con este oh-– jeto dispuso que exhumándose sus cadáveres se trasladasen al tem– plo de San Francisco con toda la ceremonia y pompa fúnebre y marcial que las circunstancias permitían, lo que se ejecutó en me– dio de un grande concurso en la mañana del 8 de abril. El 13 del mismo se instaló nuevamente con la mayor solem– nidad y quedó restituído a su antiguo esplendor el tribunal de la real audiencia, y fue colocado a su cabeza, como presidente, el co– ronel de ejército y comandante del primer regimiento don Ramón González Bernedo; y del mismo modo se fue arreglando la admi– nistración pública de aquella capital y toda su provincia en todos sus ramos. Urgía nuestro pronto regreso al ejército y reunión con el cuartel general; pero era preciso dejar en el Cuzco una guarnición capaz de conservar el orden restablecido. El coronel don Vicente González, comandante de la expedición de Huamanga, y destinado a este objeto, se hallaba todavía embarazado con las muchas parti– das de rebeldes que huyendo de nosotros habían ido a recalar por aquel punto. En vista de todo, y para facilitar más su marcha, se destacó un cuerpo regular que limpiase el camino y persiguiese a los in– surgentes; pero convertidos estos enteramente de su debilidad e impotencia, y estrechados fuertemente por las tropas de Huaman– ga, trataron de salvarse parcialmente, y uno de ellos sorprendió al principal caudillo Mendoza, y cortándole la cabeza se apoderó de toda su fuerza y la rindió a disposición del mismo coronel Gon– zález. Al mismo tiempo dispuso el general que el coronel don Fran– cisco de Paula González con alguna fuerza partiese para la pro– vincia de Puno, y dirigiese su marcha por los altos de Tinta, con el doble objeto de tranquilizar y consolidar el orden en estos pueblos, y extraer algunos reclutas; y para establecer en Puno un cuerpo

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