Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 257 todos los vicios y defectos que la figuraban su acalorada imagina– ción, y a todos factores y agentés del tirano, derramando una des– confianza general sobre los mismos que por su ministerio se con– sagraban a consolidar la unión de los hermanos de ambos hemis– ferios. Así que al poco tiempo de la llegada del Brigadier Goyene– che, como se supiese que había enviado a la corte del Brasil al ofi– cial de la marina D. Eugenio Cortés, sin examinar el motivo de su misión supusieron en el Virreinato del Río de la Plata que era pa– ra entregar esta preciosa porción de los dominios españoles, a la Carlota, princesa del Brasil. Vulgarizada esta opinión miraban co– mo agente a Goyeneche para esta empresa, y por consiguiente co– mo a enemigos públicos a todos aquellos jefes con quienes por su misma misión había contraído al paso relaciones de amistad como lo han sido D. Santiago Liniers, encargado interinamente del Virrei– nato del Río de la Plata, D. Francisco de Paula Sanz, Gobernador Intendente de la Villa de Potosí, y el Teniente General D. Ramón Pizarra, Presidente de la Real Audiencia de Charcas. En este estado ocurrió el 25 de Mayo de 1809 la escandalosa división de los Oidores de Charcas con su Presidente Pizarra, has– ta el punto de ponerlo en arresto después de la funesta y estrepi– tosa escena que sucedió en la noche del citado día. Con este ejem– plo, en el mes de Julio siguiente, la ciudad de La Paz levantó el es– tandarte insurreccional, poniendo en lugar de las autoridades legí– timas una Junta llamada Tuitiva, y en Setiembre del mismo año, de orden del señor D. Fernando Abascal, Virrey del Perú, salió de la capital del Cuzco el Brigadier Goyeneche con una fuerza respe– table para restablecer el orden en aquella ciudad y su provincia, lo que efectivamente consiguió, entrando en ella el 26 de Octubre del proximo año, después de haber derrotado y dispersado la fuerza armada de aquellos facciosos. Buenos Aires, capital de las provincias del Río de la Plata, estaba tranquila espectadora de estas novedades, y muy satisfecha de sí misma con el conocimiento que había adquirido de sus pro– pias fuerzas, en la derrota gloriosa y expulsión de los ingleses que la habían dominado, en cuya época sería muy fácil prevenir el tras– torno político que se ha experimentado en aquel virreinato, remi– tiendo el gobierno español una fuerza armada con que pudiese contar la autoridad pública, recogiendo con algún pretexto espe– cioso las armas del poder de aquellos que hasta entonces habían hecho un laudable uso, pero que era muy fácil declinase en abuso,

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