Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

260 LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 fuese por la desconfianza que tenía de ella o por que tal vez rece– laría que este medio anticiparía el desorden que pretendía evitar. Así corrieron las cosas hasta que en principios de octubre de aquel mismo año, tuvo el Gobierno una delación hecha por un vecino de aquella capital llamado D. Mariano Zubizarreta en que aseguraba que Vicente Angulo, Gabriel Béjar, Juan Carbajal y otros, se hallaban resueltos a asaltar el cuartel, la que ratificada en la noche del día nueve del propio mes, asegurando ser aquella la designada para el intento, y que al efecto se le había entregado ya veinte cartuchos por el primero, sin embargo de que en la mis– ma dijo haberse ya diferido para otro día, y se mandó arrestar a los tres ya nombrados, aunque con el notable yerro de que en va– rios días no se hubiese pensado en el reconocimiento de las habi– taciones de los reos, cuyas diligencias hacía más urgente la entre– ga de los veinte cartuchos que había expuesto Zubizarreta, y su atraso impidió la justificación del cuerpo del delito; pero no por eso dejó de tener el gobierno el convencimiento moral del riesgo de la tranquilidad pública, y para asegurarla se multiplicaron de noche las patrullas y rondas, concurriendo a ellas los vecinos más honrados de la capital, y aún el Fiscal y el Regente, que en sus res– pectivos turnos las mandaban; y aunque no se presentaban unos hechos terminantes que indicasen alguna novedad próxima al re– celo general y el anuncio diario de saqueo lo hacía temer. Sin embargo de la vigilancia de los vecinos honrados que continuaban diariamente en sus rondas, se halló el gobierno el día 5 del inmediato Noviembre con dos delaciones hechas por los con– tadores de las reales cajas y aduana D. Francisco Basadre y D. An– tonio Zubiaga; al primero se la había hecho D. Mariano Arriaga, oficial de las mismas cajas, y al segundo el europeo D. José Ta– boada, en las que uno y otro afirmaban ser aquella noche señala– da para el asalto del cuartel a la sombra del entierro de un pár– bulo en la parroquia contigua a él. El Gobierno tomó inmediatamente todas las medidas que le han parecido convenientes para evitar el golpe que le anunciaban los dos delatores, y así aunque se agolpó después de las siete de aquella noche, una masa considerable de pueblo a la entrada de la plaza mayor por el puente de la Merced, en donde se halla situa– do el cuartel, se le contuvo al principio con exhortaciones políticas y urbanas del gobernador que era entonces el Brigadier D. Martín Concha, pero persuadidos los que alarmaban al pueblo de que es– ta conducta era efecto de la debilidad del Gobierno, los animaban

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