Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

262 LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 con promesas de saqueo, de pagos dobles, y con el mucho aguar– diente que le administraron, en la noche del 2 de agosto de aquel año, la comprometiesen toda a sus inicuas ideas, con lo que co– menzaron a las tres de la misma noche a despachar partidas man– dadas por los mismos presos para arrestar a las autoridades, y a todos los europeos que habían en la capital; de modo que al -ama– necer del día tres ya se hallaban en los calabozos del cuartel casi todos los empleados y europeos, y a las ocho de la misma ma– ñana levantadas dos horcas, y confesores en los calabozos para ahorcarlos a todos, lo que no se llevó a efecto por una especie de prodigio. En este estado no sería muy difícil restablecer el orden si el cabildo secular, Cabildo Eclesiástico, Diputación Provincial y Re– verendo Obispo, cuyos individuos en nada han incomodado, for– mase alguna oposición a esta novedad, retratando con todos sus co– lores el atentado que acababa de cometerse; pero lejos de eso que– riendo dar alguna apariencia de popular a este inicuo procedimien– to, reunidas las tres citadas corporaciones nombraron como por aclamación de comandante general a José Angulo que había he– cho el primer papel en aquella infausta noche, e instalaron un go– bierno compuesto de tres funcionarios, que lo habían sido solo en el nombre, porque nada más se hacía que lo que quería el José Angulo, y los que lo dirigían, a cuya disposición se hallaba toda la fuerza armada. Inmediatamente mandaron venir a la capital del pueblo de Urquillos distante seis leguas de la capital en donde se hallaba el brigadier Pumacahua, uno de los tres Gobernadores nom– brados, para interesarlo en la revolución, como que tenía en los indios un ascendiente decidido, tanto que era conocido entre ellos con el nombre de Inga, el cual se acomodó luego a las nuevas ideas, las que comunicaron in-connenti, por medio de sus agentes a las provincias limítrofes de Huamanga, Arequipa, Puno, y la Paz, prac– ticándose todas las diligencias relativas a la propagación del con– tagio con más acierto y tino del que se podía esperar de los que hasta entonces se presentaban actores públicos de la revolución, pues Pumaccahua, Béjar, los Angulo y Hurtado de Mendoza eran a porfía ignorantes, sin la menor instrucción en ninguna materia, sin saber más que odiar a los Europeos y al Gobierno Español; las clases ,de estos eran humildes, porque Pumacahua era indio neto elevado a la clase de Brigadier por los servicios que había hecho a la corona en tiempo del rebelde Tupac-Amaru; los Angulo y Béjar mestizos, Hurtado de Mendoza natural de Santa Fé de Corrientes

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