Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

264 LA RE.VOLUCION DEL CUZCO DE 1814 tar para jefes de ella, a estos heroicos americanos. En razón del tiempo que iba comunicando este veneno mortífero, se iba engro– sando el número de los rebeldes asociándoseles muchos que a su celo y actividad agregaba algunas luces de que absolutamente care– cían los primeros autores. Entre estos se han distinguido muchos individuos del clero secular y regular, y hasta el mismo Obispo D. José Pérez Armendaris, que en medio de su edad nonagenaria, ma– nifestaba en sus conversaciones familiares, y en su conducta con los jefes de la insurrección la mayor adhesión a su reprobado sis– tema exhortando oficialmente al intento a los vicarios, y dándo– les de estos los que se le han pedido por los insurgentes, para cape– llanes de sus tropas, y aún para dirigirlas, y circulando al clero se– cular y regular una fórmula de juramento de defender la patria y al jefe de ella, diciendo con frecuencia que Dios sobre las cosas que protegía ponía una mano, pero que sobre el sistema del Cuzco había puesto las dos. Los ministros del altar así seculares como regulares han se– guido fielmente el ejemplo que les daba su Prelado, y como que su opinión en los pueblos ignorantes influye decisivamente sobre los espíritus, ha perjudicado sobre manera su conducta a la causa del rey, pues es difícil concebir que un órgano destinado para la publicación del Evangelio, lo sea al mismo tiempo de la mentira, de la seducción, y de la iniquidad, y así es que el José Angulo, jefe ya único político, y arbitro de la fuerza armada, se hallaba siem– pre rodeado de frailes y clérigos, que eran sus principales conseje– ros, de los cuales algunos opinaban que el matar y robar al sarra– ceno (así llamaban al vasallo fiel del rey) era lícito, de lo que re– sultó que la plebe de la provincia que al principio manifestaba in– diferencia hacia el nuevo sistema, con el ejemplo de los Eclesiásti– cos se hubiesen conservado algunos pocos con la firmeza y valentía que se debía esperar de unos hombres verdaderamente penetrados de las verdades evangélicas que nos ponen por piedra angular la obediencia y fidelidad a los príncipes legítimos. La localidad de la provincia del Cuzco por su situación cen– tral presenta pocos medios de aumentar su fuerza, y menos para sostenerla, por lo que pasados los primeros meses en que los fru– tos de la rapiña contribuyeron a la conservación de la fuerza ar– mada, ya les ha sido preciso recurrir a medidas extraordinarias como lo han sido los donativos voluntarios e involuntarios, por lo que los pudientes que veían ya acosadas sus fortunas iban perdien-

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