Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 267 que precedieron a esta funesta revolución, y acerca de los que con sus consejos y direcciones han guiado al rebelde en su execrable carrera, pero la precipitación con que han sido formadas las cau– sas, y ejecutados los suplicios de sus actores, ha privado al gobier– no de unos conocimientos muy interesantes, por lo que es del todo inverosímil que unos hombres tan ignorantes y groseros, sin rela– ciones, sin caudal, y sin opinión, fuesen capaces de elevar sus ideas hasta el grado de aspirar a la subyugación del virreinato del Perú. El funesto ejemplo que han dado los vicarios de los partidos ha he– cho que la pacificación no fuese ni tan general ni tan pronto como se debía esperar de la cumplida derrota y dispersión de Humachiri, pues reunidos varios grupos, bajo la dirección de los satélites de los rebeldes, comenzaron a alborotar varios de sus distritos; y aunque la falta de armas y de disciplina no daba al general el me– nor cuidado en orden a sus progresos, los robos y asesinatos que cometían en todos aquellos que se habían manifestado fieles y aman– tes al rey, llamó su atención y determinó despachar una división de doscientos hombres Tinteños que después se ha engrosado más, al mando del coronel D. Francisco González natural de aquella provin– cia, el que tuvo varios encuentros con ellos consiguiendo siempre destruirlos; pero como la fuerza no puede hallarse a un tiempo en todas partes, y la disposición de los corazones con una pequeña excepción estaba tan viciada, nunca se puede llegar a un grado de confianza absoluta que sólo el tiempo, y la política podrán pro– porcionar. Mientras se necesita mucha vigilancia en los jefes de las provincias, y en los comandantes de las armas, y aun contemplo necesario el que en estos primeros tiempos todas las guarniciones sean europeas; y no lo siendo tener muy pocas o ningunas armas en las provincias, pues se ha notado que las armas que en ellas tenía el rey y las tropas que pagaba han sido los primeros puntos de apoyo para realizar sus naturales los atentados que han costado tanta sangre y fatigas a los verdaderos españoles. Enterada la tropa que tenían los rebeldes en la provincia de Huamanga de la subyugación del Cuzco, mataron a su jefe Mendo– za, y comenzaron a implorar el perdón, que se les concedió, aunque antes había sido preso y muerto uno de los comandantes de aque– llos bandidos llamado Mariano, hermano de los Angulo, con que pudo venirse al Cuzco desde Huamanga el teniente coronel de Tala– vera D. Vicente González, para guarnecerlo con su tropa, y luego se regresó al ejército real la división pacificadora.

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