Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

272 LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 PEDRO DE PAZ SOLICITA PREMIO POR SU COMPORTAMIENTO EN LA REVOLUCION DE 1814 Señor General Prefecto. Don Pedro Paz vecino de la Intendencia de Paucartambo, ante la justificación de V. S. con todo su respeto se presenta y di– ce: que cuando se hallaba el exponente disfrutando la satisfacción que debió. inspirar a todo buen patriota la última jornada de Aya– cucho, le ordenó su justificación le remitiese la nota de servicios hechos al sistema por el exponente, sin duda porque cerciorado de su decisión y de sus perjuicios padecidos por ella, trataba de manifestarle la consideración que siempre le han debido los ciu– dadanos liberales. En contesto de esta orden superior, remitió el que habla de los muchos credenciales que lo califican, los cuatro que demarcaban su grado desde Coronel con que le distinguió la Patria, hasta el de General en Jefe que recibió en la Campaña sos– tenida contra los Talaveras en el punto de Guamanga. Ellos y una voz notoria certificarían a V. S. que el exponen– te fue uno de los más comprometidos en el movimiento del año 14. Si al ser sojuzgada esta Capital por el General Ramírez no co– rrió la suerte de las víctimas, no fue por haberse purificado. Este procedimiento sería para el que habla más amargo que la muer– te. Tenía carácter, y aunque sofocadas sus miras en esa época, ja– más desistió del intento de coadyuvar en cuanto le fuese posible a la libertad de su país, sólo la Providencia suspendió la cuchilla que la Tiranía le tenía preparada, aunque permitió que sus bienes y su persona fuesen perseguidos en todas direcciones. Sus pasos en aquella Jornada, fueron los documentos / que se eligieron para sepultarlo. Una de las muchas proclamas que como General dirigió a los Partidos de Guamanga, Guancavelica &a. fue tomada por el Comandante Gonzales y remitida al Presidente Ricafort, la entre– gó este al Sr. Dr. Mato, para que con preferencia y actividad juz– gase al exponente; pero la filantropía de aquel Señor supo para– lizar las intenciones bien conocidas de aquel Gobierno para cas– tigarlo. Esta medida impidió la organización de una causa que se– guramente lo conduciría al sepulcro, y la Proclama con el decre-

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