Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX la revolución del Cuzco

350 LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 mas y todo lo reasumió en sí conceptuando asegurar mejor su sis• tema oculto de traición a la hora, pensó mi marido retirarse pron– tamente y no le fue concedido tanto porque la prepotencia y ar– mas hacían sucumbir el más constante y valeroso espíritu cuanto porque la astucia de Angulo supo encadenar y precipitar al des– graciado de mi padre Mateo, y éste comprometido seductivamente / y aquel estrecharon más y más a mi marido a la continuación amenazándolo a pasarlo por las armas o que fuese a la guerra co– mo que con otros improvisamente ejecutó y con todo mi marido no salió a acción alguna ni habrá quien diga lo hubiese visto en guerra ni haber tomado arma. Fluctuando pues en medio de estos conflictos llegó a su noticia la derrota de la infame Patria en Umachiri a cuyo resultado se ausentó de esta corte hasta el día ignorando yo de su paradero que oprime y fiscaliza mi atenuada vida y más cuando nuestros hi– jos me avivan a todo momento su idea. Así me hallo y padesco M. I. S . desde aquel tiempo a esta parte agoviada de las más crue– les necesidades y total desnudez en que con mis hijos nos hallamos por el saqueo que en la contrarrevolución nos sobrevino que es público y notorio sin tener la más triste cobija con que abrigarnos. Mi llanto, sollozos y padecimientos son notorios y verdade– ros y el lamentable pergenio en que a mí y a mis hijos nos miran el público y para aquietar y consolar en parte mi atribulado espíritu · tan lleno de penas, rendidamente suplico y pido postrándome a los pies de V. S.M. I. su superior decreto para solicitar a mi marido y que sin los temores y recelos de prisión pueda restaurarse a su pobre, vacía y abandonada casa a vivir con sus tiernos desgraciados hijos que caresen de la educación y alimentos observando sus su– periores órdenes y tod~ fidelidad a nuestro Soberano cuya Real cle– mencia en todos tiempos han disfrutado sus vasallos, y en el día V. S.M. I. es su depósito sagrado. Así pues muévase ese benigno corazón, ese humano pecho y esa piedad y caridad tan acrisolada a proteger a esta miserable india huérfana sin padre que apoyada en su beneficencia espera y con la misma que ampara a muchas destituídas como yo. No dudo Señor que la magnanimidad de V. S.M. I. acceda a mi solicitud puesto que este numeroso Pueblo pregona su ca– ridad ni estando en sus manos todo mi consuelo he de ser yo la úni– ca infeliz que no disfruta de su clemencia franca por tantos des– graciados y perseguidos, a cuyo efecto. A V. S.M. I. pido y suplico rendidamente se digne mirarme

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