El Perú en las Cortes de Cádiz

EL PERU EN LAS CORTES DE CADIZ 117 Pido á V.M. disimule mi celo, y me oiga por fin dos pala– bras. Señor, como representante del nuevo reyno de Granada ase– guro á V.M. que cesarán todas las disensiones de América al mo– mento que se vean efectivamente iguales en representacion y go– ces. Si V.M. lo difiere (dígolo con dolor) no habrá ya mas Amé– ricas ¿Y es esta una cosa para mirada con indiferencia? Todos los dias se viene á ocupar y entristecer el ánimo de V.M. clamando por la miseria y desnudez de los exercitos: ¿y como quedarán estos ocupado el resto de la península sin las riquezas de Amé– rica? La hacienda de España sin América ¿que es en el dia? El exército mas valiente quando perece de hambre y está tiritando de frio ¿como obrará? ¿pero como se le socorrerá sin numerario? ¿ y como le habrá para nosotros perdidas las minas ultramarinas? V.M. se ha esmerado en mandar alistamientos; tal vez se reem– plazarán los . exércitos, pero estos pereceran tambien. Mas ¿que digo yo de las minas? El comercio mismo perecerá sin Américas; pues todo el de España está hoy reducido á Cádiz; y esta plaza no es mas que el puente ó aduana, donde los extrangeros pagan el portazgo de lo que va y viene de América. Ultimamente se trata de contentarnos ofreciéndonos en re– compensa de lo que se nos niegue de representacion la concesion de franquicias en el comercio. Pero ¿puede esperarse lo uno, quan– do tanto se resiste lo otro? ¿Aguardaremos lo que acaso perjudica á los europeos, quando se nos regatea lo que sin duda les apro– vecha, y no les trae molestia?..... Y esperaremos que los america– nos se contenten con la aprobacion de las proposiciones siguien– tes? ¿cuidarán ellos de sí menos que de ropas y vino? Señor, gé~ neros y agricultura necesita la América; pero mas necesita y quie– re fraternidad, confianza y honor. En fin, Señor, seria doloroso que huviese uno solo que llegase á sospechar en aquellos distan– tes países que V.M. hacia acaso una traicion á nuestra justa de– manda en retardar su despacho. ¿Y si entre tanto aquellos pue– blos se dexan seducir? ¿y si esa nube de Sinones franceses los alu– cinan diciéndoles : "mejor os está ser franceses que esclavos" li– sonjeándoles al menos con la promesa de algunos días de liber– tad? Atienda V.M. que lps estados de América (ese país tan vas– to, y donde se obedece á Bonaparte mas ciegamente que en París) pueden introducir fácilmente el espíritu de independencia en nues– tros dominios ultramarinos. ¿Y entonces á que vendrá esta de– claracion? Si ha de guardarse para la Constitucion, para esas calendas griegas, sucederá lo que ahora a que dexándolo todo para mañana, somos miserables hoy dia, y lo seremos acaso siempre.

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