El Perú en las Cortes de Cádiz
EL PERU EN LAS CORTES DE CADIZ 121 presentacion que los europeos, ó se quiere que así sea, porque las circunstancias exigen esta medida política. Si es lo primero, seria menester llamar representantes de todas las provincias de Amé– rica, y disolver el Congreso hasta que puedan venir; puesto que seria vana la citacion, si no se daba tiempo á que concurriesen los citados. Esto, como se ha dicho, seria una cosa cómica. Si so– lo se mira esta declamacion como medida política por la influen– cia que pudiera tener, sin que por ello se suspendan ni prolon– guen las deliberaciones del Congreso nacional, no comprehendo ciertamente qué efectos podrá causar en los americanos una con– vocatoria que en concepto del que la hace, y del mismo á quien se llama, es ilusoria y de ningun valor. Entre tanto estoy por decir, que agradará bien poco á nuestras provincias, que impacientes por las reformas que se prometian de las Córtes, creerían en ellas un propósito de permanencia mas larga de lo que su situacion nos permite esperar; y nos expondriamos á esperar una desconfianza igual á la que tuvieron de los Gobiernos anteriores. Despues que de momento en momento esperan que el oro abunde, que los exér– citos esten bien mantenidos, que haya leyes que protejan al indi– viduo, si oyeran que llamamos para estas reformas urgentes á los compañeros de Filipinas que en 14 6 20 meses no estarán aquí, se incomodarian. Pido pues que por ahora nada se inmute en las Córtes presentes." El Sr. Ostolaza: "Sorprehendido el primer dia al ver que la proposicion no se votaba por aclamacion, lo he sido mucho mas en lo sucesivo quando he visto reproducir los mismos argumentos disueltos ántes, y afectar ahora nueva fuerza en los grandes obs– táculos que se dieron por tierra el primer dia. Así si yo no estu– viera persuadido de los males que ha causado el espíritu de pro– vincialismo, y que este mal es el que nos conducirá á la total rui– na, yo me entretuviera en rebatir uno por uno todos los aparentes obstáculos con que se ha querido manifestar la inoportunidad de la pretension de los americanos. Así solo me concretaré á di– solver un argumento que no han rebatido ó tenido presente para la solucion mis dignos compañeros, y se reduce á que el derecho de igualdad concedido á los americanos como ciudadanos, no les dá un derecho de igualdad en la representacion. Este paralogismo me induce insensiblemente á recordar á V.M. lo que en otra ocasion le dixe acerca de las qualidades que deben constituir á un verdadero representante de la nacion. Estas se reducen á la de propietario, no como los sanculotes de Paris
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