El Perú en las Cortes de Cádiz
EL PERU EN LAS CORTES DE CADIZ 12? preopinantes de la regla establecida. Estas Córtes estan convoca– das por la autoridad soberana; ninguno ha hecho una reclamacion directa ó indirecta; y ó es necesario que la ley se destruya, 6 creer que las Córtes están perfectamente instituidas. Así que, Señor, hay un defecto en la proposicion, no de zelo ni de justicia, sino del poder. Digo, Señor, que si los señores americanos exigen que se declare que tengan igual representacion en las Córtes venideras, piden con razon y justicia: y que si quieren un garante de este derecho, se declare desde ahora, y de un modo que no pueda va– riarse en la constitucion del estado. Pero si piden que sea para estas Córtes, me opongo formalmente porque esto echaría por tie– rra las bases de nuestra legítima reunion." - El Sr. Inca: "Señor, los americanos agradecemos mucho la buena voluntad del Sr. Luxan; pero no apetecemos lisonjas, sino que se nos haga jusdcia. Por otra parte el Sr. Huerta sabe, que nuestros poderes son ilimitados; así no los necesitamos especiales para hacer esta proposicion y sostenerla; podemos procurar todo bien á nuestras provincias; solo no tenemos facultades para con– formarnos con lo que no las sea útil y decoroso." Dicho esto se leyó su voto por escrito y es el siguiente. "Señor, la verdad y la justicia hostigadas y atropelladas por la correccion general, han abandonado la tierra retirándose á su pacífica mansion en los cielos. Urgentísimo es que V.M. á fuerza de virtudes no discurridas sino prácticadas, las obligue á que des– ciendan y permanezcan entre nosotros; porque sin su asistencia, esto es, sin un escrupuloso cuidado en buscar á la primera y en conformarnos con los dictámenes de la segunda, es imposible acer– tar en la dificil carrera en que estamos empeñados. El amor pre– ferente y decidido que se las profese, inscribirá en los corazones de todos los individuos del Congreso aquellos sentimientos de so– bresaliente rectitud, hijos de la verdadera sabiduría, que eleván– rloles sobre sus pasiones no les permita hallar un término medio entre conocer y séguir dócilmente la imperiosa voluntad de una suprema providencia que mejora quando quiere los destinos de los pueblos. Léjos pues de este templo del honor y probidad, los efugios y los arbitrios de eludir y postergar la execucion de una ley de eterna equidad, cincelada en nuestro espíritu desde el prin– cipio de los siglos por el padre comun de los hombres. V.M. co– noce mi modo de pensar en esta materia desde el 25 de Setiembre. ¡Oxala que en aquel dia en que los americanos aconsejados de nuestra triste experiencia; y del ingénuo deseo de afianzar la for-
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