El Perú en las Cortes de Cádiz
128 GUILLERMO DURAND FLOREZ tuna presente y venidera de la España amancillada. se hubiese abrazado por convencimiento y con entusiasmo universal esta misma proposicion, y remitídola en alas de los vientos á nuestros nobles y generosos hermanos, como un testimonio eterno de la franqueza y cordialidad y buena fe de las Córtes nacionales! Pero el error que descarriando el juicio y la opinion introduce en los ánimos la fatal confianza para no encontrar con el acierto, quiso sofocar este rasgo del calificado patriotismo, prevision é interes que laboriosamente hemos desenvuelto por bien general de la cau– sa pública. ¡Desgraciada y voluntaria resistencia que ha de produ– cir y ocasiona ya en las Américas nuevos y notables agravios! Los indios, esos dignos ciudadanos en quienes se desdeña pen– sar el hombre engreido y satisfecho con su vano saber, los tienen y los producen tan antiguos como lo es el tiempo en que fueron conocidos. En aquella época eran ya sábios. Sus gobiernos cons– tituidos sobre bases liberales y paternales han sido y serán admi– tidos por los entendidos. La europa civilizada si los estudiase no dexaria de encontrar rasgos sublimes que admirar. Las institucio– nes religiosas, políticas y civiles del Perú, las virtudes morales de este gran pueblo en nada cedian á las de los celebrados egipcios, griegos y romanos, y la austeridad de sus costumbres se anticipó con mucho tiempo á la gustosa admision y práctica de la santa Religion que hoy profesan. ¡Desapareció todo con la insana reduc– cion al mas lamentable cautiverio que ha conocido la tierra, y con la cabal usurpacion de sus imprescriptibles derechos; porque es condicion deplorable de los hombres desfigurar con sus pasiones y vicios el hermoso retrato de sus virtudes! Así la diminucion es– candalosa de su generacion desde ocho millones á novecientas mil almas solo en este imperio debe asustar á V.M. y debe hacerle en– trar en consideraciones religiosas sobre el influxo que esta sangre inocente pueda tener en los designios inescrutables del Altísimo. La derramada en la elaboracion de las minas es tal que si fuese posible reunir la suma de millones con que el Potosí solo ha en– riquecido las otras tres partes de la tierra, y yo tuviese la virtud de un San Francisco de Paula para obligarles á manifestar la que contiene, se penetraria altamente V.M. de las ofensas y abusos que es necesario borrar, y de las heridas que es preciso curar y cicatrizar. Interminable seria en la numeracion de los excesos, si ahora me destinase á verificarla. No es ahora la ocasion, ni tam– poco lo es de demostrar los dotes del ánimo y espíritu con que la naturaleza los ha distinguido. Bastará decir á V.M. con la con-
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