El Perú en las Cortes de Cádiz

EL PERU EN LAS CORTES DE CADIZ 129 fianza que inspira la evidencia que son muy capaces de ocupar dignamente sus asientos en el Congreso. Los americanos los fundan tambien sobre el olvido general de las relaciones con que la metrópoli ha debido en todos tiem– pos estrecharlos amorosamente en el seno de esta familia euro– pea, sobre los insultos y desprecios prodigados por tan crecido número de ineptos, y odiosos mandatarios, y sobre la vana y pue– ril superioridad que se ha afectado, y que ha sido el origen mez– quino de la indiferencia criminal con que se les ha tratado. Unos y otros quieren y desean entrar en la justa posesion de sus im– prescindibles derechos, y V.M. segun el sistema de suprema equi– dad liberal é ilustrada política que tiene en exercicio, no puede negar ni diferir un instante su consentimiento en un negocio tan obvio, tan sencillo y tan altamente apoyado en los principios de justicia universal. Pero no puedo menos que hacer algun reparo sobre las con– secuencias que se han querido sacar del decreto de 15 de octubre. Mi opinión fué entónces la misma que hoy manifiesto, y V.M. no puede haberse olvidado que tuve por no' conveniente la medida en los términos que se tomó. Quise entónces que quando el Con– greso hablaba por primera vez ·á las Américas, lo hiciese con todo el decoro imprescindible de V.M. , esto es con la balanza de la divina astrea en sus soberanas manos. No asomando el vicio ma– ñoso de los precedentes gobiernos, que ofrecían ser justos para engañar á los pueblos; sino dando testimonios prácticos de ver– dadera fraternidad y liberalidad, hechos positivos, efusiones agra– dables de sensibilidad que se atropellan por salir del corazon quan– do está pentrado del amor y la justicia. V.M. está lastimosamen– te engañado si juzga que á los indios les falta talento, á los ame– ricanos sabiduría para analizar escrupulosamente el expresado decreto. Unos y otros conocen los principios que explica; se han sentido y sentirán de que la junta Central, la Regencia y V.M. les haya querido descubrir como cosa nueva una verdad de eter– na existencia. Ellos han dicho ya y dirán: "no se nos hable mas en los términos que lo han practicado los gobiernos anteriores: no se pierda tiempo en confirmarla y sancionarla; porque este paso nos hace entrever que la voluntad no está muy acorde con el inconcuso concepto de nuestros derechos. ¿Para que dilatar lo que es justo, útil y provechoso á todos? Lo que convence y ase– gura la confianza son los hechos, la posesion franca y pronta de ellos, la representacion uniforme con la metrópoli. Sentimos que

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